Fénix 20, 3-22
18 FENIX temprano y continúa hasta los primeros tiempos coloniales, como se puede comprobar en algunas pinturas de los indígenas y en los dibujos y referencias del propio Huamán Poma de Ayala. En las cerámicas nazca y mochica se le ve constantemente reproducido y se lo identifica por la cabeza seccionada que lleva en una de las manos; sin embargo, no siempre es un símbolo guerrero ni la cabeza trofeo la del enemigo derrotado en la lucha, parece que su repre– sentación alcanza otro contexto ligado más bien con los ritos propiciatorios de índole agrícola y que con el tiempo su sentido simbólico se acentúa, haciéndolo cada vez más espantable pero menos real. Las otras imágenes universales de la mitología pan-peruana son la ser– piente, el felino y el cóndor -las dos primeras extendidas en toda América– aunque, en relación con la figura de éste último, en la mayoría de los casos parece tratarse de una falcónida y no del cóndor propiamente dicho. El ofidio está representado en el arte americano en todas las épocas y lugares y en la región andina no existe estilo en el que no haya sido reprodu– cido. En Chavín aparece un tanto confundido con la anphisbena y el arcoiris. En el monolito Raimondi, por ejemplo, son culebras alternadas con volutas las que irradia el tocado del personaje central, aunque la faja del mismo sea una anphis– bena; en la Portada del So] de Tiahuanaco los cetros del personaje central son sierpes geometrizadas que rematan en cabezas de cóndor o de halcón. La reite– ración de estos símbolos, en estrecha relación con los personajes más señala– dos tal vez signifique la acentuación de su naturaleza divina, lo que nos per– mite suponer que se trata del dios principal, acaso Demiurgo de mayor tras– cendencia en el pensamiento religioso andino. El felino tiene análoga difusión. Se repite frecuentemente en el estilo Chavín y en la mayoría de sus formas, el cuerpo del animal está cubierto de signos que tienden a suprimir su realismo. Es difícil precisar cuáles son los gé– neros de felinos representados, pero en algunos casos se pueden identificar des– de el temible otorongo, el más grande de los felinos americanos, hasta una es– pecie de nutria, que con su acusado aspecto felino, tenía una significación má– gica por ser habitante del agua y de la tierra. Parece que los antiguos peruanos separaron el sentido simbólico de los animales en grandes divisiones, a manera de órdenes, dentro de las cuales te– nían cierta jerarquía diferentes géneros o especies de animales, de acuerdo con sus características y las cualidades a ellos atribuídas. El ave es otro de los motivos muy difundidos en el arte de los grupos prehispánicos; cóndores, águilas, halcones son las figuras más frecuentemen– te reproducidas en la cerámica, en el metal o en la piedra, sin embargo, existe también un interesante repertorio de otras menores, gaviotas, loros, golondrinas, buhos, etc. Es indudable que los símbolos de algunos animales tuvieron relación con ciertas divisiones étnicas. En muchos casos es un animal el que representa a un grupo social; de tal suerte que en las figuras de muchos de estos símbolos parece existir, desde épocas tempranas, un sentido mítico de orígen. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970
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