Fénix 20, 3-22

20 FENIX tiene acción determinante sobre el equipo material siempre en relación con el medio. No sabemos exactamente cómo pensaba el antiguo hombre peruano, ni cuá– les eran sus ideales filosóficos, ni cómo concebía el mundo, no tenemos medios directos para averiguarlo, pero lo podemos inferir a través de la arqueología, de las relaciones y noticias de los cronistas y de algunas tradiciones aborígenes. Sabemos, por ejemplo, que concebían un mundo limitado y susceptible de tres divisiones: Mundo de arriba o cielo, mundo de aquí o tierra y mundo de aden– tro o subsuelo; sabemos también que en las últimas épocas creían en un Dios demiurgo, universal y espiritual, que no está ubicado en ninguno de estos mun– dos, lo que significa una concepción religiosa avanzada. Nos dicen los histo– riadores que el sistema religioso de los incas fue un sistema sincrético, es decir, que tomaron de las religiones de los pueblos precedentes ciertos fundamentos, incluso algunos dioses; esto denota el final de un largo proceso, desde la magia elemental de los tiempos hipotéticos hasta la formación de una iglesia firmemente consolidada por el régimen político, característica de las religiones universales. En la época incaica, Religión, Economía y Estado se hallan íntimamente vincula– dos; la Iglesia había cobrado el carácter de una institución social y política y esta conjunción de poderes no pudo realizarse sino después de un proceso unitario. La Revolución Neolítica y posteriormente la Revolución Urbana determinaron las transiciones de la magia paleolítica a ciertas formas de chamanismo la primera, y a la religión de tipo universal, la segunda. Los estadios son bien definidos, como en Egipto, como en Mesoamérica. En todos los aspectos de la cultura -Arte, Economía, Religión, etc.- se advierte siempre la continuidad, desde las épocas más tempranas hasta la intro– ducción de las formas occidentales con el advenimiento del dominio hispánico. Y, si bien es cierto que en las secuencias de este proceso, de esta continuidad, se encuentran manifestaciones bastante peculiares en ciertas épocas o en determi– nados lugares del territorio andino, como los estilos que caracterizan las alfare– rías de los diferentes grupos, las diferencias que podrían aducirse con respecto a la singularidad de cada estilo, no son sino variaciones locales. En algunos ca– sos, como consecuencia misma de la utilización de los recursos naturales de re– giones ecológicas más o menos diferentes, estas variaciones alcanzan otros as– pectos de la cultura; pero, vistas desde un aspecto general, no constituyen su– ficientes diferencias para hablar de "culturas" diversas. Las mismas diferen– cias regionales, que en ciertos momentos de la historia se advierten con ma– yor intensidad (períodos del Florecimiento Regional y de los Reinos y Confe– deraciones, llamados también Intermedio Temprano e Intermedio Tardío) son transformadas por invasiones violentas, primero de las formas tiahuanacoides (900 D. C.) y, posteriormente, por la dominación inca; con propósitos ya específi– camente dirigidos a mantener la unidad político-administrativa del territorio. La unidad de la Cultura Peruana estuvo circunscrita a una gran área eco– lógica y agrícola que comprendía zonas de diferentes climas, altitudes y carac– terísticas, cuyos límites llegaron a su mayor amplitud a principios del siglo XVI. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970

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