Fénix 20, 3-22
4 FENIX Las evidencias de mayor antigüedad que se tienen de la presencia del hombre en tierra peruana datan de hace cerca de diez mil años *, según las fe– chas obtenidas por el carbón radiactivo. Toquepala (9580 ± 160) y Lauri– cocha (9525 + 150) son los lugares más tempranos; en ambos, aunque en el segundo sin asociación directa con los materiales fechados, se descubrieron manifestaciones artísticas que nos indican el sentido estético de los cazadores andinos de aquellos tiempos; son escenas cinegéticas pintadas en las paredes de las cuevas, como en las cavernas paleolíticas de Europa, y que acaso también encierran el contenido mágico del ritual propiciador de una buena cacería. En el estrato más antiguo de Lauricocha se han encontrado varios esqueletos hu– manos extrañamente mutilados y cubiertos, algunos de almagre y otros de oli– gisto, lo cual permite deducir que desde tan tempranas épocas ya existían cier– tas prácticas funerarias con posible sentido religioso. Algunos de estos mismos esqueletos presentan, además, deformación craneana artificial del tipo "tabular erecta", que evidencia la preocupación estética de aquellos hombres en una práctica posteriormente tan extendida entre los grupos andinos. Se han reco– gido, asimismo, abundantes artefactos de piedra, de hueso y de obsidiana, exce– lentemente labrados y cada vez más especializados; cuchillos, puntas de dardos, raspadores, punzones, todos tallados de cierta manera, es decir, con una técnica ya tradicional. De épocas un tanto posteriores se identificaron en la costa pe– queños caseríos, que en conjunto forman un complejo cultural bien definido; se trata de poblados de recolectores de moluscos y cazadores de animales ma– rinos, que habitaban en casas sernisubterráneas, que cocían sus alimentos con piedras caldeadas, usaban anzuelos hechos de espinas y de conchas, tenían redes tejidas de pita, enterraban a sus muertos en posición estirada, fabricaban her– mosas canastas, se servían de mates como recipientes (había de transcurrir aún muchos siglos para que conocieran la cerámica) practicaban el tejido entrelazado, empleaban la estólica para lanzar sus dardos armados con puntas de obsidiana y sabían adornar bellamente sus implementos; sentido artístico por el cual se puede advertir ya, en los rasgos de ciertos temas pan-peruanos, las raíces de los procesos que culminarán rigiendo las tradiciones clásicas posteriores. La pesca, la caza y, sobre todo, la recolección de moluscos y de insectos eran las fuentes principales de alimentación; comían, además, una variedad de guayaba que fructificaba en las márgenes de los arroyos, ciertos tomatillos, se– millas de aliso, raíces de amancaes y una especie de yuca. Parece que eran plantas silvestres, pues no hay indicios de que fueran cultivadas, pero es obvio * Hace poco se han dado noticias de los hallazgos de Richard Mac Neish en Pacaicasa. Jayhuamachay, Piquimachay y otros lugares cercanos a Ayacucho, hallazgos que avanzan la presencia del hombre en la región andina hasta los 15,000 años. El mismo arqueólogo presentó al XXXIX Congreso Internacional de Americanistas un infor– me ace~ca 5'e sus investigaciones, en el que mostró las evidencias de hallazgos de 8, 12 Y 14 mil anos, conjuntamente con la presencia de relictos de una mezafauna que va más allá de lo~ 17. mil años. Estos descubrimientos. constituyen hitos d~ suma importancia en la. prehistoria peruana, pero no se ha publicado todavía el informe detallado de estas J nvestigacíones . Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx