Fénix 20, 3-22
6 FENIX Se cumplen las mismas etapas del proceso que, después de la Revolución Neolítica, se originan en Egipto, Mesopotamia, China y Mesoamérica, en sus res– pectivas épocas. Fayum, Merinde y Badarí en Egipto; Mers, Hassuna y Halafen Meso– potamia y Siria; Yang Chao en la China y Tlatilco en México son los resulta– dos análogos de procesos semejantes. Todas estas manifestaciones, en cada una de sus áreas, corresponden al horizonte que genéricamente ha sido denomi– nado Formativo. En el Perú se le ha llamado también Temprano y Chavinoide por haberse encontrado en Chavín el tipo de carámica más representativo. El sistema de agricultura permanente, estimulado por la incorporación del maíz, opera cambios muy notables en la vida de las comunidades. Se ha do– mesticado ya por entonces la casi totalidad de las plantas originales de la flora andina, las mismas que, conjuntamente con las procedentes del área mesoame– ricana, constituyen la cuarta parte de las plantas cultivadas en todo el mundo. La organización colectiva se eleva a otro nivel; las exigencias del desarro– llo económico conducen a la formación de instituciones gubernamentales cada vez más complejas, dentro de las cuales el sacerdote juega papel importante, acaso el principal. La magia que predominaba en los años de los agricultores inci– pientes es desplazada por la religión y se dedican al culto edificios especiales, adoratorios que son al mismo tiempo los primeros centros de observación de las estaciones y otros fenómenos relacionados con la agricultura. Con el desa– rrollo de la producción, los sacerdotes consiguen arrancar a la masa, invocando siempre la divinidad, una mayor cantidad de trabajo; las fuerzas que incremen– tan la productividad se las hace devenir del poder sobrenatural, es decir, las causas del éxito son transferidas a la divinidad, la que exige algún tipo de re– tribución. De este modo se instituyen ofrendas, ritos y sacrificios, que fomen– tan y organizan los sacerdotes. Hacia el año 200 antes de Cristo, comienzan a distinguirse algunas re– giones por su mayor adelanto cultural. Las mismas consecuencias del Forma– tivo y la presión del ambiente determinan un cambio en el panorama andino. En la cerámica se observan diversas y sobresalientes expresiones. Entre las sociedades que alcanzan mayor progreso están: Moche, con cinco fases suce– sivas; Cajamarca, que presenta un hermoso y singular estilo; Nasca, con seis divisiones consecutivas; Ayacucho; Waru; etc., y poco más tarde, en la región del Altiplano, la hierática y misteriosa cultura de Tiahuanaco. En realidad, cada una de estas manifestaciones de la cerámica representa la adaptación aproxi– mada de cada grupo a su ambiente específico, con una ideología más o menos adecuada al mismo. Las diferencias derivan de su relativo aislamiento -en algunos casos por los conflictos que se desencadenan- y de la multiplicidad de inventos y descubrimientos secundarios que se producen, condicionados por las peculiaridades del habitat. Los mochicas imperan en los valles norteños, y más que una confede– ración tribal, como se ha pensado, la sujeción de estos valles tiene la aparien– cia de un dominio coactivo. Los mochicas fueron un pueblo esclavista con pro- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970
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