Fénix 20, 3-22
FENIX tradiciones clásicas y las formas regionales típicas son interrumpidas por una nue– va corriente cultural, una modalidad que los arqueólogos verificaron en un prin– cipio como "tiahuanacoide" . Investigaciones posteriores nos llevan a la conclusión de que existen fundamentadas razones para inferir la existencia de un estado imperial, con su capital Huari (en Ayacucho) que controlaba el área co-tradicional andina central. Es más, grandes complejos de edificios de almacenamiento en lugares diversos del país como Huiracochapampa, en Hua– machuco, y Piki-Llacta en el Cuzco proporcionan otras pruebas acerca del con– trol político de Huari y hasta sugieren una administración centralizada como la que los Incas instauraron posteriormente. Estamos seguros de que ya desde esta época, cuando menos, data el establecimiento de aquella extraordinaria institu– ción de sujeción y dominio: los mitimaes, que los incas aplicaron con tanto acier– to colonizador. Los hallazgos en lugares tan distantes como Huari (Ayacucho), Pacheco (Ica) , Huamachuco (La Libertad) Piki-Llacta (Cuzco) y otros en Huancavelica y Apurimac, de gran cantidad de restos de alfarería no sólo co– rrespondiente a manifestaciones foráneas sino fabricadas en otros sitios, como en Cajamarca y Nazca por ejemplo, demuestran la existencia de importantes co– lonias de gente transportada. La nueva religión impone cambios sustantivos en las costumbres, algunas de las cuales continuarán hasta la conquista española. Pachacamac, que más tarde, en la época de los incas, gozó de gran prestigio y ascendencia como el centro religioso más importante de la costa, ya en este horizonte ejercía su preponderancia. No se sabe si fue la residencia de algún régulo independiente o si haya estado sujeto al dominio Huari, lo cierto es que a través de su famoso oráculo fue un centro religioso de extraordinaria actividad y su esfera de in– fluencias tuvo enorme extensión. El conocimiento del bronce, ricas producciones alfarera y textil policro– madas y estilizadas a base de representaciones simbólicas, la inusitada presen– cia de monolitos esculpidos y el desarrollo de las poblaciones que se constituyen en verdaderas ciudades -con lo cual la Cultura Peruana al– canza el grado de civilización-caracterizan esta etapa llamada Horizonte Medio, o de la Expansión Tiahuanacoide. Cuando se descubrieron las formas llama– das "tiahuanacoides", se creyó, en un principio, que eran las mismas de la cul– tura Tiabuanaco; luego de la confrontación de los tipos que Uhle había encon– trado en la costa (Pachacamac) con los del Antiplano, se estableció una dife– rencia entre "Tiahuanaco de la Costa" o "Tiahuanaco peruano" y "Tiahuanaco de la Sierra" o boliviano. Bennett identificó el conjunto peruano con las ma– nifestaciones de Huari, en Ayacucho y, últimamente, los estudios de Lumbreras y Menzel han definido esta separación. Sin embargo, es evidente que,en un principio, las formas del estilo Huari se originaron por la influencia de Tiahua– naco del Altiplano. Los factores que en la cerámica determinaron la modalidad expansiva, pier– den su fuerza y de repente se dispersan en pluralidad de nuevos estilos. Lo que sucede es que la decadencia y casi inmediata extensión del Imperio Huari Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970
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