Fénix 20, 31-73

56 FENIX quiso meterse por este despoblado sabiendo y teniendo lengua avia sido el año de nieves el más travajoso que avia sido, el qual tenía harto travajo. No pen– samos escapar honbre bibo ni poder salir de aquel travajo. En estos tienpos valen mucho en aquella tierra los vaquianos quen Ytalia llamos (sic) soldados viejos, los quales se aperziben de lo nezesario para las nezesidades. Algunos de nosotros aviamos cargado leña seca en nras. valijas, las quales se llaman en aquellas partes petacas y son como baules. El Jeneral llevava dos petacas y yo una y otros algunas ansimismo como se acostunbra hazer en aquel paso quando esta muy bueno sin nieve, quanto más estando como nosotros pa– samos. Armada una tienda grande se hizo lunbre no muy grande, en laqual conualezimos a muchos q' tenían nezesidad dello. Pasamos aquella no– che como pudimos; otro día amanezió nevando el día y zielo zerrado. Las guias temían grandemente perezerían ellos y nosotros. Yo vi a una questaua hablando con el Jeneral diziendo con quánto rregalo podía él rremedia (sic) que podía tener p~ escapar de aquella tormenta; él le rrespondía y las len– guas con quel Jeneral le hablava corronpian la verdad de lo que le dezía, por manera que temerosos del mal tienpo quisieran más quedarse que caminar. En– tendí la determinación quel Jeneral tenía de que esperásemos con esta fortuna el buen tiempo. Llamé a el lengua y guía y le dije que qué le parezía si estu– viéramos allí o no, con lo que me rrespondieron fuí al Jeneral y le puse por delante el rriesgo en questáuamos y el poco bastimento que teníamos y cómo esta era tierra de montes, adonde nos podríamos proveer de leña, poco más de diez leguas de allí, en lo qual le mentí, que avía más de veinte, y con estas co– sas y sabiendo que sabía yo aquel camino por lo aver pasado otras dos vezes, tomó mi parezer y mandó cargar los caballos. Caían los copos de nieve q'ra cosa estraña, aunque no hazía viento ni frío, cargamos. El Jeneral con las guías tomó la delantera y algunos honbres, los más alentados que hallamos en la re– taguarda; ansí enpezamos a pasar aquesta nieve que nos daua a las rrodillas a los cavallos. Esta es tierra mui rrasa caminamos a todo el más paso que pu– dimos hasta las dos horas despues de m? día. Los cavallos y nosotros yuamos deseosos de parar por comer y tomar algún descanso y parezernos el día abia abierto y no hazía frio. En llegando, del parezer del Jeneral y de otros se pu– sieron las tiendas y los indios y nosotros apartáuamos la nieve para las poder poner; prevenímonos de lo mejor que pudimos antes que comiésemos ni nos rres– friásemos, que con el ejerzizio y trauajo del camino no sentíamos tanto frío. Aquella tarde y noche pasamos algo mejor que las pasadas. Aql. día se llegó todos los vagajes, que no nos q'dó cosa detrás. El otro día amanezió claro y hizo buen sol. Llegamos al monte Deseado q' ansi se llama, adonde hallamos y los cavallos alguna ierva. Ansí acabamos de pasar aql. mal despoblado con falta de más de duzientas piezas de servizio y treinta y zinco españoles y los que allí escapamos muchos perdieron los dedos de los pies y otros muchos pen– samos perder las vistas, porque con la claridad de la nieve y rresplandor no vía– mas y a muchos turó hartos días de sanar de la vista. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970

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