Fénix 20, 31-73

RELACION INEDlTA DE PEDRO LOPEZ 59 bre y muchos azer mal a sus cavallos sin que la montaña les mpida, En este monte hallamos a la ida muchas lagunas de agua en las quales halláuamos mu– chas anguillas, y a la buelta estas lagunas estavan secas, por manera que según los naturales dezían de inbierno venían estas lagunas con agua y de verano es– tavan secas y en el zieno dellas se quedava la jenerazion, por manera que buel– to las aguas aiavan el pescado que ansí en el zieno quedava y avia desovado. Es tierra muy poblada de indios, los quales están de guerra la maior parte, y es nezesario pasar quarenta u zinquenta soldados juntos; desta manera pueden pasar sin temor de los indios. Llegánse a la provinzia de los Chiquitos, en la qual el Capitán Ñuflo de Chaves pasó grandes trauajos en conquistar y apazi– guar esta provinzia; tienen ierva, que a veintiquatro oras muere el herido della, y ansí quando hieren algun honbre o cavallo es menester atalle u enpalarle pa– ra que no haga mal, porque como se sienten heridos de la yerva los cavallos hazen mucho daño entre los toldos y tiendas y rravian como quando rravia un perro; los españoles se comen las manos y los bezos de rravia y es lástima ver– los heridos, ansí questa provinzia fue malísima de conquistar, mataron estos yn– dios más de ochenta soldados. Llámanse la provinzia de los Chiquitos porque son muy pequeños de cuerpo y fornidos. Este capitán quemó y aperreó en este castigo más de tres mill indios; hera cruel y sienpre los que crueles son entre los indios fenezen mal. Este buen capitán en este castigo entre otros muchos quemó a un indio de la provinzia de Taguanbucu, el qual tenía un hijo. Des– pués de hecho el castigo, vino este indio hijo del Taguanbucu y preguntó por el Jeneral Ñuflo de Chaves y dijéronle estaua dentro de su aposento. Entendió– se que venía de paz con algún mensaje de algún señor; dejáronle entrar. Lleuaua como suelen traer una porra colgada de la muñeca de largor de dos palmos y medio o tres. Salió el Jeneral Ñuflo de Chaves y preguntó que qué quería; rres– pondióle: «¿Eres tú el que hiziste el castigo en los Chiquitos?». Respondió el Jeneral que sí; díjole si sabía que avía quemado a su padre; rrespondió q' sí y que le quemaría a él tanbién como a los demás si no era bueno. El Jeneral bolvió la cabeza a hablar con un soldado, el perro indio alzó la macana y dió al pobre cavallero en los cascos que no dijo Dios ualme y caió en tierra. Los soldados tomaron la puerta y prendiéronle herido, hízose castigo dél con fuego, quemándole bibo; persuadíale un clérigo nuestro se volbiese xpno. rrespondía que no, que su padre no lo avia sido, que no lo quería ser él; dezíanle que le quemarían bibo si no se volvía xpno.; rrespondía quél avia muerto a quien avía muerto a su padre, que le quemasen presto que quería hirlo a ver y dezirle cómo avía muerto a quien le avía quemado, el qual estava en este tienpo colgado por los brazos atados atrás, bien un estado del suelo colgado de un árbol y lleno de leña, hasta mv. cuerpo, y desta manera estuvo más de una hora y en este tien– po jamás quiso ser xpno. ni convertirse; pusieron fuego a la leña y en breve tienpo se abrasó; fue milagroso el ánimo queste tuvo y temerario en su acome– timiento. Así fenezió el pobre cavallero que a tantos avía muerto; dejó mujer y una cuñada que se llaman doña M~. y doña Leonor de Mendoza, hermanas, q'ra Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970

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