Fénix 20, 74-80

Prosigue el Estagirita: PREFACIO AL LECTOR DE LA LOGICA 77 y los que habitan allí están en el hemisferio superior y a la derecha; en cambio nosotros estarnos en el inferior y a la izquierda. Ni discrepa Santo Tomás: De lo predicho infiere la diferencia de la habitación de la tierra, diciendo que por estar arriba el polo invisible, los que habitan bajo aquel polo están en el hemisferio superior y a la derecha del cielo. En cambio nosotros, quienes habitamos en esta parte de la tierra, estamos en el hemisferio inferior y a la izquierda. Por consiguiente, los peruanos no hemos nacido en rincones oscuros y despreciables del mundo ni bajo aires más torpes, sino en un lugar aventa– jado de la tierra, donde sonríe un cielo mejor, por cuanto las partes superiores son preferibles a las inferiores y las diestras a las siniestras. Mas si hasta Grecia, madre de todas las ciencias, y Atenas mismo, su capital, se sitúan con respecto a nosotros en un lugar inferior y siniestro, claro que, habiendo here– dado la cumbre más alta del mundo, podríamos enorgullecernos de nuestra tierra y nuestro cielo. Agrega el santo Aquinate: Podría decirse que Aristóteles habló según Grecia, donde residía, la cual está a la izquierda en cuanto está hacia el oeste y está abajo en– cuanto está debajo del polo ártico. Conque para los peruanos las estrellas son diestras- sin embargo su fortuna es siniestra. Y ¿por qué? Sólo porque son superados por los europeos en iín solo astro, a saber, el augusto, óptimo y máximo rey Carlos: En nada ceden, siendo superados sólo por el Astro 'Austríaco', que como estrella toca a vuestro orbe. Falta la presencia del Rey; está ausente el benévolo rostro de esa fausta estrella y la influencia de su persona. Alejados, pues, en el otro orbe, carecemos de aquel calor celestial con que el Príncipe nutre, alienta, fomenta, y hace florecer la excelencia y todas las artes. Así pues no basta merecer los premios, la glo– ria, y los honores debidos a esta excelencia (los cuales hay que buscar prácti– camente en las antípodas y aún así llegan tarde o nunca); hay que ser argo– nautas también 8. Pero ésta es la vieja queja de los nuestros y no cabe reite– rarla aquí; entre otros, hay que leer sobre todo al ilustrísimo doctor Don Pedro 8 Enmiendo el texto ligeramente. El sentido parece ser que los escritores america– nos tienen que buscar el vellón dorado del reconocimiento en Europa. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970

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