Fénix 21, 17-24
LIBROS, LIBREROS Y BIBI~IOTECAS 21 damente habían calado las novelas caballerescas, pues no escasean los tomados de ellas. Los libros, desde el siglo XV, estaban exentos de toda gabela. Cuando en 1548 las autoridades de Panamá exigieron de Cebrián de Caritate (el mismo que importó camellos como elementos de transporte a través de los arenales costeños) el abono del impuesto de la alcabala por unos libros quc ferió en el istmo, la Corona desautorizó la arbitrariedad de tan ignaros funcionarios. Comerciantes y particulares rivalizaban en su vehemencia por importar dc la Península las últimas novedades, Entrc las papeletas que tengo recogidas del Archivo Histórico de Protocolos de Sevilla conservo referencia a una escritura, fechada el 27 de Marzo de 1627. en la cual consta quc el famoso artífice Fran– cisco Pacheco (¡que se identifica como "pintor de mazonería", equivalente hoy a pintor de brocha gorda!), suegro de Vclázquez, confiere poder a Luis Ortiz dc Vargas, "arquitecto" (gran escultor que dejó obras en nuestra ciudad), para {Iue cobre de Cristóbal Pérez el importe de 50 ejemplares de las poesías de Herrera, el Divino, que le había remitido. Del Archivo Nacional del Perú conservo no– tas sobre contratos pactados para expender libros en los valles de Trujillo y Sa– ña. De la magnitud del comercio de libros con el Cuzco, Potosí y Chile resulta superfluo tratar en estas páginas, pues el mencionado Leonard ha divulgado abun– dantes informaciones documentales. Signo de cscogida cultura, abundaban los particulares quc disfrutaban de nutridas colecciones. Se conocen la que poseía el insigne don Pedro de Peralta Barnuevo (aunque se vislumbra fundadamente quc el inventario póstumo no re– vela su exacta magnitud) ((¡); la que en el Cuzeo pertenecía al Deán Esquivel y Navia (7) Y en un artículo reciente Macera ha realizado inteligentes calas acerca de tan sugestivo punto (S), que es de suyo inagotable fuente de deducciones (9). Al lado de las bibliotecas privadas, que formaban para su instrucción o delei– te los magistrados, los catedráticos, los hombres de letras o gentes de profesiones de inferior relieve, las institucionales sobresalían, por el número de sus volúme– nes, el rigor en la selección y el afán por mantenerlas al día, incorporando sin tardanza las últimas novedades que veían la luz en las prensas europeas. En estas presurosas apuntaciones, no puede omitirse por lo menos una referencia a 1118 bibliotecas conventuales, cuyos fondos se enriquecían sin cesar, pues desde España se les enviaban los títulos no bien salían a la circulación. 6 Boletín Bibliográiico de le Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Marcos (Lima. 19t1), número 1·4. lníg", ]·7. '7 Revista del Archivo Histórico del Cuzco (Cuzco. 1(57), número 8, págs. 365·366. 8 "Bibliotecas peruanas del siglo XVIII", en Boletín Bibliográfico de la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San M'arcos (Lima, 19(2), XXXIII, número 3·4, págs, 124-137. 9 Puente Candamo. "La biblioteca del Arzobispo La" Horas". en Mercurio Peruano (ti",,,, 1(55). XXXVI, númoro :1'17. plÍgs, 297·300. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.21, 1971
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