Fénix 21, 25-36

LA BIBLIOTECA DEL COT,EGIO SAN PABLO 1.01' podía encontrar desde los viejos cronicones hasta las historias más científicas del siglo XVIII. Desde los estantes invitaban al lector las crónicas de Miguel Carbonell, que escribió en su cadencioso y nativo catalán, las obras de Esteban dc Garibay, y las crónicas del descubrimiento y conquista dc América. Clásicos de la historia de España, que aún hoy día se leen con admiración, podían ser leídos por los limeños de la colonia en el Colegio de San Pablo. Entre ellos, para sólo mencionar algunos, la Historia General del Rey Alfonso, los cinco lomos de la Historia General de los Hechos de los Castellanos de Antonio de Herrera, las Historiae de Rebus Hispanice Libri XX del revolucionario Juan de Mariana, y la Svnopsis Histórica Cronológica de Espaiia de Juan de Ferrcru. que se reimpri– mió varias veces y se tradujo al francés y al alemán (20). Los historiadores no españoles 110 fueron olvidados en San Pablo, que podía ofrecer al lector las obras de los italianos Francesco Guicciardini y Ludovico Antonio Muratori, la Histoire Cénérale des tlerniers Troubles Arrivés en France del franeés Pierre Mathieu, e historias de Portugal y de su imperio escritas por historiado– res portugueses. La Biblioteea tenía historias de Hungría, Alemania, Inglaterra, Francia, Holanda, Nueva Francia, Moscovita (La Rusia actual), Africa, China, Japón y las islas Filipinas, además de historias especializadas, de comercio, nava– les, diplomáticas y bélicas. Un buen número de estas obras estaban firmadas por historiadores no españoles. En la Biblioteca de San Pablo el lector inteli– gente podía estudiar ineluso la historia del papado no con la mirada piadosa de historiadores medievales sino con los ojos inquisitivos y críticos de Bartolomé dei Sacehi, el gcnial italiano mejor conocido en la historia con el sobrenombre de Platina (21). Muchos de los hombres que dirigieron y enseñaron en San Pablo fueron confesores y consejeros de oficiales reales c ine1uso de Virreyes. En las clases de moral y ética se discutían frecuentemente problemas relativos a la administra– ción civil. Naturalmente este campo quedó también reflejado en las adquisicio– nes de la gran Biblioteca limeña, cuya sección de temas políticos tenía autores de toda Europa. En ella se encontraban, para dar algunos ejemplos, varios ejem– plares de el tratado De Legibus de Francisco Suárez, el gran genio andaluz, quc atacó el derecho divino de los l'eyes y radicó la soberanía en el pueblo. También estaba el famoso De Rege et Regis Institutione de Juan de Mariana, propugna– dor de la teoría del regicidio y cuya obra fue públicamente quemada en París por orden del Parlamento francés. Baltasar Gracián estaba representado en esta sec– ción por sus obras El Príncipe y El Cortesano, y Andrés Mendo por su tratado Príncipe Perfecto y Ministros Ajustados que se publicó en Salamanca cn 1657. La administración del imperio español era naturalmente de interés vital para los lectores de San Pablo que en la Biblioteca podían encontrar una gran colección 20 tus. ff. 422·423, ,135-i:l6, 572, :;81. 21 tu«, fí. 422·426. 428.429,1.3]·433. 579. ;')85. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.21, 1971

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