Fénix 21, 44-57

MARIAXO .lOSE DE ARCE 47 Por 1813, mientras Melgar venía en viaje accidentado a conocer la ciu– dad de Lima y a vincularse con aquellos amigos copartícipes de In misma inquietud patriótica y a sentir aqui el desvanecimiento de sus espcranzas puestas en la Constitución de 1812, ya ausente Baquíjano. Arce permanecía en Arequi– pa sumido en largas meditaciones acerca dc la suerte del Perú o sentando cáte– dra de liberalismo entre sus discípulos del Seminario o cambiando opiniones y debatiendo cuestiones conexas con sus ideales en el cenáculo de la Pampa dc Miraflores. De pronto han de llegar a Arequipa las noucias del estallido en el Cuzco de la revolución de Pumacahua y los Angulo en agosto de 1814 y a poco el dato confirmado de que una expedición se dirigía del Cuzco a la misma ciu– dad de los volcanes. A los pocos meses se hacía presente la vanguardia de esa expedición doblegando la débil resistencia de las autoridades españolas y a con– tinuación entraban en Arequipa el 9 de noviembre, Vicente Angulo y el briga– dier Pumacahua al frente de una columna de improvisados soldados, Estos to– maron de inmediato contacto con el pueblo y la juventud arequipeña adicta. Arce vibraba de entusiasmo y lucía en su sombrero la escarapela azul dc los re– volucionarios. A fin de acercarse a la población y promover en el pueblo la coo– peración patriótica, los encargados de la autoridad y los dirigentes revoluciona– rios acordaron de consuno convocar el 12 de noviembre un Cabildo Abierto en el cual estuvieron presentes los cabildantes civiles que simpatizaban con la cau– sa patriótica, vecinos notables, miembros de corporaciones y gremios, los Iíderes Mateo Pumaeahua y Vicente Angulo, algunos otros dirigentes revolucionarios y además los miembros del Cabildo eclesiástico y al pie de ellos, el presbítero Ma– riano José de Arce. Iniciado el acto, tomó cautelosamente la palabra Vicente Angulo quien temeroso de encontrar rechazo o apoyo con reservas entre los ciudadanos arequipeños, propuso comenzar con una fórmula de juramento de obediencia a Fernando VII, en actitud meramente fidelista, aunque de exigen– cia a favor de los pueblos americanos de ciertas prerrogativas concedidas por la Constitución de 1812 ya derogada, a favor de estos pueblos. La reunión se desenvolvió hasta ese momento dentro de una tónica de tímida insurgencia y morigerada solicitud de derechos. Pero en el punto culminante de la sesión pública, irrumpirá de pronto el verbo agitado y vibrante de Mariano José de Arce quien eleva su protesta contra el juramento de fidelidad a Fernando VII, de– nuncia el despotismo de los monarcas y su hostilidad contra los americanos, ea– lifica a Fernando VII "como el usurpador de estas Américas", elogia aquella Constitución que acababa de ser abolida y que "ha consagrado la igualdad para todos los ciudadanos, aunque sean zambos" con frases significativas e indicado– ras de que el pensamiento de Arce contempla ya la abolición de la esclavitud, condena los actos de un monarca que había jurado la constitución, que luego desconoció que se había apoyado en la inquietud de reformas de los pue– blos americanos y que después los había defraudado. Con toda audacia, desde la tribuna del Cabildo, Arce sostuvo la actitud radical y verdaderamente re– volucionaria, dejó a un lado los cendales del fidelismo y sostuvo francamente Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.21, 1971

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