Fénix 21, 62-74

68 FENIX La Biblioteca no llevaba una existencia tal! pasiva como Schcrzcr crcra. El decreto de 23 de abril de 1859 agregó a su ámbito un grande y hermoso salón qm- los sacerdotes del oratorio vecino tenían arrendado a un particular_Ese mismo año fueron comprados por orden especial 1,181 libros de la testamentaría de don Joaquín Paredes, personaje que había sido antecesor de VigiI. Periódi– camente enriquecían a aquel establecimiento de cultura, donativos diversos, en– tre los cuales uno de los primeros fue el de 7,792 volúmenes legados en 1840 por el doctor Miguel de la Fuente Paeheeo, seguidos en 1848, 1851 Y 1853 por obras de Arte y Geografía obsequiados por el Gobierno. Sin embargo, la pobreza de la Biblioteca Nacional era grande y a ella aludió con tristes palabras José An– ronio de Lavalle en 1860 para señalar que, a pesar de ella, VigH había hecho en 1859 y en 1860 el milagro de adquirir casi 300 volúmenes con sus economías (6). Las preocupaciones del polígrafo tacneño no se detuvieron dentro de los lí– mites de los asuntos peruanos. Pidió el arbitraje obligatorio y la paz perpetua en nuestro continente, condenó la guerra y el militarismo, y propuso una con– federación de todas las naciones independientes de Hispano América a la que no desdeñó agregar a los Estados Unidos del Norte. Se pronunció en contra de la pena de muerte (1862). Promulgada la bula de Pío IX de 8 de diciembre de 1854., en la que fue declarada como verdad revelada por Dios, la Inmaculada Con– cepción de María, tuvo el valor de objetarla analíticamente (7). Este folleto fue condenado en Roma el 7 de julio de 1859. Con acrimonia excesiva e injusta atacó más tarde sin piedad a los jesuitas. (Un compendio en 1861 y cuatro tomos en 1863.64). Una fase menos conocida de su vasta producción se relaciona con asuntos de carácter social. En su Catecismo Patriótico (1859) escrito a pedido dc la Mu– nicipalidad del Callao y para el uso en las escuelas de ese puerto, condenó la riqueza excesiva y la suma pobreza, o sea el egoísmo de los privilegiados y la miseria de los oprimidos. Afirmó que no tenían patria "los opulentos aristócra– tas que mirándose como de naturaleza superior a la ele los desgraciados, nada ven sino avaricia"; ni tampoco los infelices a quienes faltaba el pan, los carentes de "hermanos que les dieran una parte de su riqueza pam emplearla en el tra– bajo". Pero, con el fin de superar esos contrastes, insistió en la prédica de la solidaridad social como razón de ser del sistema republicano y democrático en el que tan honda y tan sinceramente creyó siempre. Frente a los individualismos excesivos, abogó en el diario El Constitucional de 1858 por el desarrollo de las asociaciones, símbolo precisamente de la solidaridad social por él invocada. A la Educación consagró una serie de artículos especiales en el mismo diario. Preo– cupáronle con gran afecto los niños y consideró que sus planteles primarios de- 6 El artículo de José Antonio dc Lavalle en El Perú en 1860, o sea Anuario Nacional por Alfredo G. LeubeI. Lima, Imprenta de El Comercio, 1861. 7 Defensa de la Iglesia Católica contra la bula dogmática de Pio IX en 8 de diciem– bre de 1854 por un Americano. Al Congreso de la Alianza El1Ungélica. Bruselas, Imprenta de C. Vanderauwera, 1858. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.21, 1971

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