Fénix 21, 75-81

76 FENIX Colegio Nacional de Guadalupe. Apenas terminados sus estudios, cuando sólo contaba diecisiete años de edad, se enroló en el ejército como voluntario e hizo la campaña de Lima, combatiendo cn los reductos de Miraflores. Deshecho nues– tro ejército, el joven Romero hubo de aguardar a que viniesen mejores tiempos y, durante el gobierno de Iglesias al abrir sus puertas la Biblioteca Nacional, bao jo la dirección de D. Ricardo Palma, entró como auxiliar, al servicio de esta Institución. Cúpole al animoso muchacho pasar por las penurias que atravesa– ba el país, y empezar sus labores en un tiempo en que el Director de la Biblio– teca podía llamarse a sí mismo "el bibliotecario mendigo" y eu que se retribuía muy escasamente al personal a sus órdenes. Pero Romero. que tenía vocación de bibliotecario se amoldó a este ambiente y halló en los libros sus mejores ami– gos. Siguiendo las huellas de hombres que le habían precedido, como Enrique Torres Saldamando, Manuel T. GOl1zález de la Rosa y aun de algunos de sus colegas, como D. Pedro J. Calderón, aprovechaba el tiempo que le dejaban libre sus tareas, para revolver infolios y escudriñar en nuestro rico pasado. De este modo fue reuniendo un caudal de conocimientos que, más tarde, daría a conocer en las publicaciones en que ensayó su pluma. Su bibliografía es extensa, aun cuando no contara con recursos para la pu– blicación de sus obras, pero en las revistas y periódicos del tiempo sus cola– boraciones son frecuentes y le van conquistando la fama de investigador. Cuan-– do Alberto Ulloa Cisneros emprendió la publicación de la Revista de Archivos y Bibliotecas Nacionales, llamó a Romero para que le ayudase en la tarea, porquc ya entonces se había ganado merecidamente la fama de juicioso in ves– tigadOl' de nuestro pasado y buen conocedor de las fuentes de nuestra historia. En los cinco volúmenes que alcanzaron a ver la luz aparecieron documentos de innegable valor, que yacían ocultos entre los papeles de nuestros archivos. Casi por el mismo tiempo en que aparecía la citada Revista, el Ateneo de Lima promovía un concurso a fin de dilucidar el punto relativo a los compañeros de Pizarro en la Isla del Gallo. La monografía escrita por Romero, que llegó a puhlicarse en una separata de la revista y lleva por título Los 13 de la Isla del Gallo, mereció justamente el premio y acreditó aún más a Romero como in" vestigador de calidad. Desde entonces, puede decirse que no deja la pluma en reposo. Basta re– cordal' que en 1906, en el mes de marzo, aparece el primer número de la Revista Histórica, órgano del Instituto Histórico del Perú, hoy Academia Pe· ruana de la Historia. Romero es nombrado Director de la revista y no cesa en el cargo hasta 1943. Son treintisiete años de una labor asidua, qu¿ podrán apreciar los entendidos en la materia y que bastan a acreditarlo. La revista debía aparecer trimestralmente, En general apareció con esta regularidad, P'" ro desde el año 1912 empiezan a notarse deficiencias y la revista deja de apa– recer cada tres meses. como se había prometido. Sin embargo, la publicación de la misma continúa, aunque el Director tiene que hacer esfuerzos por hallar Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.21, 1971

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