Fénix 21, 75-81
78 FEi'\IX obsequiados por sus poseedores. Además. como en aquellos tiempos el .Arch iv o Nacional tenía su sede en el local de la Biblioteca y el personal venía a ser el mismo, rebuscando en los legajos del Archivo, se hallaron piezas que, por la unidad de la materia y por su importancia, merecían conservarse aparte. E,,– tos códices vinieron a enriquecer la colección de manuscritos, que encuadernada pasó a ocupar un armario ochavado al fondo del salón América. Allí se con– servaron hasta el momento del incendio. La Biblioteca, cuyo presupuesto era muy reducido. no estaba en coudicio– nes de poder adquirir las obras que ofrecían en venta los anticuarios, así del país como del extranjero; pero en la época en que Romero asmruo la dirección del establecimiento. él supo ingeniarse para dotarla de los libros e impresos. sohre todo nacionales, que hacían falta en sus estantes. De este modo el fondo de libros impresos en el Pcrú fue acrecentándose con el tiempo y en la Biblioteca Nacional no faltaban las crónicas de la conquista y tampoco los ero– nistas conventuales. A este propósito referiré cómo le pude ayudar en tal útil tarea, obteniendo para la Biblioteca la famosa Crónica del franciscano Diego de Córdoba Salinas, que todavía no se había reimpreso. Aprovechando de un viaje que hice a Bolivia y la Argentina, en La Paz obtuve un ejemplar de di– cha crónica en muy buen estado y a mi vuelta la traje conmigo y me despren– dí de ella para que la Biblioteca no careciera de obra tan importante. Creo que se salvó del incendio. al menos en parte y todavía se guarda en ella. Puso Romero particular empeño en reunir las Relaciones de sucesos par· ticulares, las Nuevas ele Castilla, los Diarios de Noticias, piezas todas precur– soras de las Gaeetas y de los periódicos que vinieron después y sobre las cua– les publicó un erudito trabajo en la Revista Histórica. Buena parte de ellas vinieron a enriquecer el acervo bibliográfico de la Biblioteca y ello se debió a la diligencia y buen ojo crítico del Director. Casi todas estas publicaciones se salvaron del incendio, gracias a habérselos destinado un armario en el des– paeho del mismo Director. espacio al cual no alcanzaron las llamas. Todo esto fue obra suya y. corno su permanencia en la Biblioteca databa de tantos años y estaba familiarizado con los lihros qne en ella existían, a fal– ta de catálogo, suplía su conocimiento de las salas, de manera que cuando no se encontraba algún libro se acudía a él a fin de ubicarlo. El Director se pres– taba a hacer esta búsqueda y. con gentileza quc le honra. ayudaha a los jó– venes investigadores que, como yo y otros, daban sus primeros pasos en el cam– po de la investigación. Hornero no desdeñaba de prestar su ayuda a quienes la necesitaban. Muchos de los que después de él han cultivado la historia pue· den ser testigos de lo que vamos diciendo. A todos sirvió Romero de guía y supo encauzarlos a fin de que con provecho realizasen su trabajo. Otro cual– quiera habría encomendado esta labor a un subalterno, pero para no defrau– dar a los interesados, prefería hacerlo personalmente y con bondadosa genero– sidad. De haber contado con mayores recursos, el incremento de la Biblioteca Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.21, 1971
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