Fénix 22, 69-73
72 FENIX El séquito pasó por debajo de cuatro arcos, cada uno de los cuales repre– sentaba a un Continente. El que simbolizaba al Nuevo Mundo se alzó en frente de la iglesia de Santa María (en donde actualmente existe una plaza, delante del Ayuntamiento madrileño), y cargaba sobre ocho columnas de mármol. Entre el arco y la corniza se colocó un cuadro que llamaba la atención general. He aquí la descripción de dicha pintura, tal como se lee en el mencionado folleto: "... la ciudad del Cuzco [veíase] valientemente colorida, en un lienzo de 26 pies de ancho, y 24 de largo, cuyas tres puertas o calles, en esquadrón formado contra 200 mil indios por todas partes la acometian. Y solamente las defendieron 300 españoles, a quien regía y alentaba su valeroso caudillo Heman– do Pizarro y sus hermanos. Aparecíase la Reyna de los Angeles sobre un trono de serafines, con su dulce prenda en los brazos, dándoles su auxilio, rodeada de resplandores, con una soberana hermosura, y cuando el cielo abría sus alcá– zares para manifestar tanto tesoro, se levantaba espesa niebla o polvo, con que embarazados los ojos de aquellos gentiles, dos vezes ciegos, unos caían rendidos i muertos, con la bizarría del acero español, otros del espanto, y todos juntos componían trinchera de cuerpos, ya sin vida, que servían de defensa al pequeño número de christianos. Los indios, que huían deslumbrados de tan poderosos rayos, allí tropezan. do, allí cayendo, en tan bien explicadas acciones, propiedad de vestiduras, plu– mas, aljabas, arcos y saetas, que todo junto hacía una vistosa pintura, cuya victoria, por haber sido de las principales que las armas chatólicas tuvieron en la América, se puso debajo de su estatua y a las puertas de la iglesia". En la clave del arco se' escribieron estos versos: De innumerables bárbaros poblada Su campaña miró la luz febea Sin que dellos pudiese idolatrada darles favor, que en su favor lo sea, Porque donde de Dios lidia la espada el culto más que el número pelea. y assí Venzen los pocos españoles que un sol no basta contra muchos soles. Una acotación a una escena del segundo acto de "La aurora en Copacabana" facilita la pista para descubrir que fue la contemplación de ese descomunal lienzo el que impresionó a Calderón. Dicha acotación dice textualmente: " • o. baja de lo alto una nube en forma de trono, con varios serafines y dos ángeles que traen la imagen de Nuestra Señora de Copacabana, con el Niño en las manos; y al tiempo que empieza a descubrirse y todo lo que dura el paso hasta desaparecer, estará nevando la nube". Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.22, 1972
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