Fénix 23, 5-57
FENIX el acibar de sus amargu– ras! 11. Tal vez era desgraciada! El oficial estaba inmóvil. Una de las ventanas im– pelida por el viento, dejó penetrar un rayo de sol, y merced á él, pudo á sus an– chas contemplar un rostro lleno de encanto. 12. Diecisiete años podia tener á lo mas. Llevaba sueltos sus negros cabellos sobre una espalda blanca como el armiño: dos ojos negros y rasgados reflejando sen– timiento y vida, daban es– presión á ese anjel cuyo conjunto de perfecciones formaba una mujer. 16 sus negros cabellos sobre unos hombros blancos y mórbidos, y para comple– tar el magnífico conjunto de su belleza adornaban su rostro dos ojos limeños, que es cuanto en materia de hermosura puede de– cirse. 11. ¡A qué estendernos en el retrato de una mujer cuan– do su belleza está diseña– da con hablar de sus ojos? y cuando se trata de ojos de limeña, es sabido que han de ser negros y llenos de fuego, rodeados de lar– gas pestañas, y que refle– jan espiritualismo y volup– tuosidad. Si hemos de ha– blar, lector, en puridad de amigos, puedes á tu fanta– sia arreglar las demas fac– ciones de Lida. 12. Desde ese día el oficial asistió todas las mañanas á la capilla, galopando un par de leguas solo por con– templar a la bella bella desconocida, hasta que su– cedió... lo que en todo ro– mance. Que se encontraron a la puerta del templo y hubo cambios de miradas: que el pudor coloreó las pálidas mejillas de la jó– ven, y que el sintió su ser estremecerse: que mas tar- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.23, 1974
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