Fénix 23, 71-127
LA BIBLIOTECA DE OCOPA En los últimos años podemos mencionar la ayuda prestada a Ocopa por la Ley 14700, cuyo autor fue Ramiro Prialé, hijo ilus– tre de Huancayo y gran amigo del convento. Por su mediación se logró renovar, y sobre todo mejorar la entrada del convento y un costado que hoy sirve para albergar a los peregrinos, que no dejan de ir a visitar y conocer el trabajo de los religiosos. Hasta hace tres años ninguna mujer podía traspasar los mu– ros del convento a causa de ciertas leyes eclesiásticas comunes a todos los conventos; pero felizmente hoy estas leyes han sido dispensadas, y gracias a ello todo el mundo puede apreciar los invalorables tesoros que encierran sus muros. Hoy se puede visitar el convento en cualquier día y época del año, sin diferencia de sexo, credo o política. Las atenciones que se reciben de los sacerdotes son inolvidables. Se ve constan– temente que acuden personas en plan de estudio, a concluir tesis, extraer datos importantes de historia y geografía, y en mi caso el lograr dar a conocer los importantes temas que alberga su fa– mosa biblioteca. Se logra pasar momentos de tranquilidad espi– ritual; ese encontrarse consigo mismo es continuo y reconfor– tante, y desde todos los rincones fluyen las sabias palabras de San Francisco de Asís, que por su hondo contenido humano nos sentimos tentados a copiar. Dicen así: Señor, haz de mí un instrumento de paz. Donde hay odio, ponga yo amor. Donde hay ofensa, ponga yo perdón. Donde hay discordia, ponga yo unión. Donde hay error, ponga yo verdad. Donde hay desesperación, ponga yo esperanza. Donde hay tinieblas, ponga yo vuestra luz. Donde hay tristeza, ponga yo alegría. Oh, Maestro, que no busque yo tanto Ser consolado como consolar; Ser comprendido como comprender; Ser amado como amar; Porque dando se recibe, Olvidándose se encuentra, Muriendo se resucita a la vida eterna, Perdonando se alcanza el perdón. 79 Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.23, 1974
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