Fénix 24-25, 41-116
PALEO - BIBLIOTECAS Y ARCHIVOS PERUANOS 77 En el caso de las demás clases de quipus, sabemos que cada gobernador o funcionario debería tener un quipucamayoc como escribano. Este debía de ir anotando todos los datos y cifras que el gobernador necesitara para dar cuen– tas al Inca. Cuando el gobernador tenía que presentarse ante el Inca para entregar cuentas, lo hacía con un "rememorador" o quipucamayoc. quien debía recitar los hechos y demás datos recopilados. Algunos relatos de cronistas, hablan de algunos quipucamayocs célebres, a su vez, en algunos casos los cronistas se expresan con tanta seguridad de éstos, como del uso de quipus (comparándolos como documentos) que de– muestran tener una gran certeza. Así, Raúl Porras Barreneehea, hace una observación en el caso del Jesuita Anónimo, quien en un pasaje de su obra, se refiere a los quipus para testi– monios negativos; Porras considera que tal información podría ratificarse después de una lectura o revisión de documentos. Refiriéndose el Jesuita a la virginidad de las acllas fundamenta su idea diciendo que no hay quipus en que conste tal noticia. BIas Valera, dando una versión sobre la actitud de Felipillo en la pnSlOn de Atahualpa por Pizarro, dice que la recogió "por la tradición de los qui– pus que son los nudos annales de Cassamarca, donde pasó el hecho" s". Porras incluye algunos nombres de quipucamayocs célebres nombrados por el Jesuita Anónimo quien afirma le enseñaron el manejo de quipus. Estos quipucamayocs fueron don Luis y don Francisco Yutu ingas, y don Juan Huallpa inga y Diego Roca inga. También incluye las afirmaciones de otros cronistas que tuvieron por confidentes a quipucamayocs, como el caso del Jesuita Anello Oliva quien habla del quipucamayoc Catari. Después de la caída del Imperio, los virreyes y gobernadores tomaron qui– pueamayocs bajo su mando, pues querían saber todo acerca del Imperio y con gran minuciosidad, es así como fueron hechas muchas de las "Informa– ciones", como las de Vaca de Castro, La Gasea, Toledo, etc. Además, parece que muchos de los españoles, como en el caso de BIas Valera, recibieron cla– ses sobre el manejo de quipus por los quipucamayocs, pero sólo llegaron a dominar, en el caso que así fuera, los quipus estadísticos, que fueron los más sencillos. Algunos cronistas se jactan de ello. Existieron archivos de quipus y éstos, además de estar en el Cuzco, parece que los hubo también en las diferentes provincias del Imperio; en la termi– nología actual, podrían ser nombrados como quiputecas; porque fueron lu– gares donde ordenadamente se guardaban los quipus para ser consultados en el momento en que se necesitaban; los encargados de llevar este orden y desde luego de consultarlos, fueron los quipucamayocs, quienes, además de hacer el papel de escribanos, pudieron ser los primeros bibliotecarios y ar– chiveros peruanos. Fue una bien definida profesión la de los quipucamayocs, y por cierto de mucha consideración, pues eran en realidad los que hacían posible a los In- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.24-25, 1977
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