Fénix 26-27, 235-255

DOCUMENTOS COLONIALES 249 Pues, ¿cuál falta a los peruanos? Tantos ejemplos de santidad o milagros muestran que medra el eulto divino. Tan inmensa riqueza muestra que el poder secular puede elevarse al ápice. Y finalmente los comentarios de es– te filósofo peruano son más que suficientes para demostrar que florecen las academias y los estudios de las escuelas. [Acogimiento de la obra en Roma] Ahora bien, si se ha consentido que me dirigiese a los europeos para recomendar al filósofo peruano, también se me permitirá dar cuenta una vez a los peruanos de cuánto deben los americanos eongratularse por la be– nevolencia, aún equidad, brindada a sus autores. Pues veo que aquellos que tienen el gusto de la verdadera filosofía aquí aprueban justamente la Phi– losophia de Espinosa y la recomiendan con grandes encomios. I Equilibrio de la obra] y naturalmente, pues incluso los hombres más exigentes, ¿qué más desearían para una obra cabal, capaz de apoyar la fama no sólo del autor sino también de su pueblo entero? Mucho tiempo ha, Lactancio, al refutar [a falsa sabiduría, indigna del nombre, de los antiguos filósofos con la ver– dadera sabiduría de la religión, los criticó de que, mientras que estaban bien entrenados en la espada, papel ofensivo de la filosofía, careciesen de escu– do para defender su propia posición y fuesen acribiIIados por los dardos en derredor ILiber de Falsa Sapientia. [lb. 3, cp.d ] l. Espinosa. en cambio, soldado peruano de Minerva, armado plenamente con espada y escudo, re– presenta una filosofía íntegra, completa en todas sus partes. Pues, ¿quién apremia al adversario, le acosa, más aguda y vigorosamente, sin dejarlo dónde tomar posición? Y ¡cómo protege y defiende su propio terreno, có– mo se fortifica por doquier, sin dejarse asaltar por cualquier lado! [ Latinidad] Hay otro mento que los romanos no pueden sino acoger con aplausos: [cuánta elegancia incorpora en su explicación hasta de los temas más difí– ciles! ¡Con cuán preciso estilo, con cuántos ornamentos adicionales embe– llece su ciencia, la cual de otra forma quedaría estéril. Al leer a otros cree– rás que admiten todo barbarismo en su ciencia! Consecuentemente, las dos hermanas, Filosofía y Filocalía, atraídas por el ingenio sólido y placentero del peruano, parece, quedaban a su lado mientras escribía y deseaban de– pararle sus gracias. Decía san Agustín tiempo ha en su controversia con los académicos. al esparcir muchas luces de elocuencia por todas partes: Filosofía y Filocalía son hermanas carnales, hijas del mismo padre IContra Aca_ demicos. lb. 2, cp, [7]/. Pues nada hay más deudo a la verdadera sabiduría que la verdadera belle– za. Mas [cuántos filósofos bárbaros y rudos de la común calaña separan es- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.26-27, 1979

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx