Fénix 26-27, 235-255

[Inspiración de la obra]. DOCUMENTOS COLONIALES 237 Callo algunos motivos que estimularon rm arnmo, aventurándose con– tra corriente en ondas contrarias y a punto de ceder ante la dificultad de la empresa; sabe al menos cómo fue un gran amor a nuestro preclarísimo doc– tor, el sutil Escoto, lo que me metió en estas angustias. 5 Pasé mi mocedad estudiando letras en el insigne colegio de San Martín de esta real ciudad de Lima a cargo de los venerables padres de la sociedad de Jesús (les doy inmortales gracias como a mis ascendientes en esta materia), institución en– noblecida por admirables virtudes y enriquecida por el abolengo de toda ciencia (podrías llamarla de veras semillero de todas las órdenes activas en este mundo peruano). Tras egresar, entré por divino agüero en la sacra or– den de nuestro padre seráfico Francisco, y desde que comencé a saborear, estrechando los labios como dicen, la doctrina de Escoto, mi único deseo ha sido de alcanzarla con todo el empeño de mi alma. Apreciaba cada día más la sutileza del doctor al desatar éste los nudos de Hércules en la discusión de cualquier cuestión, su agudo ingenio, casi divino, cuando abre paso por los ásperos y tortuosos caminos de la dialéctica, su gran profundidad en el descubrimiento de los secretos de toda la filosofía, su singular don de inte– ligencia al poner de manifiesto los recónditos misterios de la sagrada teolo– gía, y el rico caudal de su erudición en cualquier tema. Y conforme comen– zó mi alma a arder con la gran ilusión, tras adentrase suficientemente en su doctrina, de dar una señal de mi afecto íntimo. No creía que pudiese hrindarle obsequio más grato que primeramente dedicarse a esclarecer, has– ta donde permitiera mi escasa aptitud, la base de su pensar y una vez escla– recida comunicarla a nuestros estudiantes. Pues todo el mundo reconoce por experiencia que es de mucho provecho sostener en la juventud los fundamen– tos de una doctrina; hasta tal punto que la divina sabiduría proclama en Proverbios /22 [: 6 JI: [Enseña al] joven su camino, y al envejecer, de él no se apartará. ¡Escoto y sus oponentes] Pues si algunos desdeñan teorías escotistas, llamándolas absurdos, ficcio– nes, fantasía y declarando con lenguaje osado y desenfrenado que deben des– terrarse lejos de las escuelas (podría echarse contra ellos el dicterio "un cer– do instruye a Minerva", pues no hay que leer a Escoto con ojos legañosos), la razón es que no han saludado a sus principios ni desde el umbral, porque de 10 contrario admitirían que son cabalmente aceptables y cada una tiene abun– dante sentido. 6 En esta época gran parte de los antiguos y modernos, y no los menos renombrados, se prestan a defender teorías del sutil Escoto, y la misma fuerza de la verdad obliga a muchos a dejar la otra escuela y abra– zarse a la nuestra, grabado en su mente el dicho famoso y sabio "es bueno ser 5. "Ceder": succubentem, 6. "Saludar dcsde el umbral", es decir, estudiar ligeramente; ver Séneca Epístola 49.6. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.26-27, 1979

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