Fénix 28-29, 91-98
LA PERLA DE LIMA Esta dualidad entre su linaje español y su amor patrio constituirá tan- to para ó1 como para su hija un punto de tensión dramática. Rosa Urqui- naona, joven de diecisiete años e hija única, es una auténtica prcciosidad. La "Perla de Lima" es codiciada por muchos que ven en ella no sólo su belleza sino también la considerable fortuna que habrá de heredar. Fulgosio no escatima recursos al describirla: "Facciones más perfectas sería posible h,illarlas pero conjunto más seductor, de cierto no le tenía ninguna otra mujer de América del Sur". (p .42) No obstante, como muchas jóvcnes del ron~anticismo,Rosa no es fcliz: "Con todo, á Rosa la consumía quizás aquella lrínguida ciili.tdcz, hija del tedio, con que la inmediata satisfacción de dcscos y aún caprichos castiga a1 rico, enervandole y trocando su aparente ventura en infelicidad, harto mayor que la de muchos pobres miserables que le miran llenos de codicia y envidia". (p .44) Un buen día Rosa, que hasta entonces vivía sumida en una especie de letargo, se siente despertar al conocer a D. Alvaro de Sandc, jovcn y apuesto oficial de la escuadra española, prototipo del héroe romántico que nos habrá de recordar en más de una ocasión al protagonista del D. Alvaro o la fuerza del sino, obra que Fulgosio habría Icído con dctcni- miento. Cupido les lanza sendos flcchazos, amor que suscita de inmcdiato el odio de dos de los pretendientes de Rosa, el chileno D. Ignacio Avilés y, en menor grado, el venezolano D. Felipe Maturino. Aquél, hombre in- dustrioso y ambicioso, se halla en Perú como agente chileno y. . . cons- pirador contra España. En cuanto a Maturino, al quc Fulgosio no vacila en describir despectivamente, representa simbólicamente cl más violento sen- timiento anti-español. De ahí que al poco de jactarse D. Fcrniín de su hc. rcncia española, Maturino responda tajantemente. "Herencia!. .. Nuestra madre! -gritó Maturino, con los labios blancos de ira. Sean Vds.- presuman Vds. de hijos de la de- crépita España que yo, por mi parte, jamrís consentiré en tan in- fame origen7?. (p.38) Avilés y Maturino, en vista de la "competencia" de D. Alvaro deciden alejarle físicamente de la casa de D. Fermín. Para ello contratrin los ser- vicios del mulato Rosario de Castro con instrucciones precisas dc quc sc limite a propinarle una buena paliza. Fulgosio, al dibujar la figura de Ro- sario. hace patente sus propias convicciones y prejuicios raciales: "Rosario de Castro era un mulato pequeño de cuerpo, de aspcc- to enfermizo, efecto de las calenturas tan frecucníes en Lima, y mirada sanguinaria y traidora. No quiera Dios vayamos nunca Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.28-29, 1983
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