Fénix 3, 408-416
historia del libro en sí, dejando en segundo plano aqr;elIas de orden pura- mente técnico, ponia de manifiesto esa necesidad. Los límites que dichos programas señalaban no permitían dar la intensidad adecuada a la enseiianza de la catalogación y clasificación, la organización interna de las bibliotecas y bibliografías y obras de referencia. Esta situación y el hecho de que la responsabiIidad de la enseñanza re- cayese sobre un solo profesor -dos horas semanales-- conspiraron contra ella, a pesar del interés de los alumnos y de la reconocida capacidad del ins- tructor. La dirección de Ia Escue!a, poniendo una vez más en evidencia su interés en responder a las aspiraciones de aliimnos y ex-alumnos siempre apo- yadas, por otra parte, por ia Vicedirectora de la rnism.3 Escuela, Srta. Ernes- tina Vila, coinprendió la necesidad de modificar los planes de estudio, a fin de asegurar una ensenanza más equilibrada y dar también oportunidad de perfeccionamiento a los egresados que deseaban cursar estudios complemen- tarios. Ello no significaba, desde luego, que el impulso inicial que dió vida al organismo hubiera sido mal calculado; sólo ponia en evideccia que una etapa había sido superada y que un nuevo estado de cosas, que Ia misma ac- ción de la Escuela había creado, imponía exigencias ineludibles. Y, conlo ve- remos mas adelante, no sería esta Ia única manifestación del movimiento bi- blíotecoiógico argentino, cuya pujanza impone cada día más responsabilidad a las iristituciones y a los hombres que le sirven de apcyo y le dan aliento. La situación descrita en la Escuela sz producía en el año 1942 fecha en que yo regresaba de los Estados Unidos después de haber seguido cizrsos ea la Escuela de Bibliotecología de la Universidad de Columbia y de haber visi- tado importantes bibliotecas de ese gran país del norte. Como egresado del Mtiseo Social Argentino, institución de la que nunca me desvinculé, tanto por razones de índole profesional cuanto por la amabi- lidad exquisita de quienes la integran, se .me consu!tó respecto a la posible evei~tira'iidadde modificar los planes de estudio, idea que no podía dejar de auspiciar después de haber cotejado los conocimientos adquiridos en los Esta- dos Unidos con aquellos que habia recibido en la misma Escuela que: pedía mi opinión. Se me encargó que presentara un informe y un bocq~iejode plan de es- tudios que diera a la catalogación y clasificación de los libros toda la impor- tancia que merecía. Después de consultar con e1 Sr. Selva, que tenía a su cargo, como dije, la enseñanza del curso, hice conocer nii punto de vista. Este fue un elemento más que contribuyó a la reorganización de los progra- mas de estudio y me ofreció la oportunidad de ingresar como profesor en la <;asa donde pocos años antes habia sido alumno. Ta l distinción significaba para mí un honor y una gran responsabilidad ya que, en virtud del cargo, estaba a mi alcance orientar desde el aula la enseñanza y aplicación de pro- cesos técnicos hasta la fecha no muy divulgados en nuestro medio bibiiote- cológico. Era, además, una oportunidad extraordinaria poder hacerme cargo de tal tarea al regreso inmediato de mi viaje. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.3, julio-diciembre 1945
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