Fénix 3, 485-514

clavos: decenas de éstos, escogidos entre los que tenían mejor caligrafía, se ciedicaban únicamente a la copia del Yltimo libro, o de 10s 31timos versos de s u amo. Había tambien copistas dc profesión, llamados "escribasM y "anti- cuarios". Sólo a fines del siglo V a. C. se hizo sentir la necesidad de co- piar, no sólo las obras nuevas sino también las antiguas: este sentir coincidió con el surgir de las grandes bibliotecas, tanto publicas como privadas, de mo- do tal que todo "bibliópolo" o "librero" tuvo siempre sus propios "escribas" ocupados en transcribir las obras más famosas y más deseadas por los clien- tes. Estos libros, llamados "volrrmina" y escritos sobre largas tiras de papiro o pergamino, tenían la forma de un rollo, con una varilla en ambas puntas que permitían desenvolver paulatinamente el libro. El texto estaba escrito en for- ma de columnas y el título de la obra figuraba en una pequeña tira de papiro, suspendida a la extremidad inferior de una de las varillas. La forma de nuestros actuales libros (hojas sttperpuestas y unidas por un lado) es bastante reciente; data solamente de principios de nuestra era, y parece haber sido inventada por los juristas romanos, que la encontraron más conveniente para la lectura: tambiin data de entonces la denominación de "có- dices". Es curioso observar cómo el antiguo término "voílPmina" ha sobrevi- vido en nuestra palabra "volumen" mientras que el vocablo adecuado "código" o "códice" sólo se utiliza para una categoría determinada de libros de carácter legal. En Roma, los manuscritos que vendían los libreros no eran de precio muy elevado y los autores de las obras, no tenían niguna ganancia con su venta. A la caída del Imperio Romano desaparecen casi por completo los copis- tas laicos, refugiándose toda la cultura en los monasterios. Los monjes, es- pecialmente los benedictinos, cuyo lema era "Oratio et Studio" se dedicaron a copiar sobre hojas de pergamino los grandes escritos cristianos; otros trans- cribieron obras notables de la antigüedad clásica y crónicas medioevales. Mas, como el pergamino era escaso y caro, muchas veces rasparon preciosos escritos antiguos para volver a escribir en las mismas hojas de pergamino; felizmente. la tinta usada en la antigüedad no se limitaba a imprimir su marca en Ia super- ficie del pergamino, sino que penetraba en el interior del mis- mo; lo que ha hecho posib!e revivir la escritura raspada m.zdiante el empleo de ciertos reactivos. Actualmente ya no es necesario el uso de estos reactivos pues el desarrol!~de la fotografía y el empleo de rayos infra-rojos permiten fotografiar aquellos textos desaparccidos. Los manuscritos con dos o más textos superpuestos se llaman "palímpsestos". Los monjes transcribieroii manuscritos con un nlinucioso cuidado y una paciencia admirab!e. En cada monasterio había una sala especial llamada "scriptorium" (escritorio) donde Unicamente el abad, el prior ,o el vice prior podían entrar en las horas de trabajo para observar el trabajo de los copistas. Para bendecir dicho lugar se usaba esta fórmula: "Dignaos Señor bendecir el <scriptorium» de vuestros servidores y aquéllos que habiten en estos lugares, Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.3, julio-diciembre 1945

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx