Fénix 3, 515-540
Por ajustarse a las normas poéticas que respetaba, José Pérez de Vargas abandona la erudición y los metros heroicos, en cuanto su estro canta la senc cillez de la vida hogareña y las vivencias más entrañables. Adopta ritmos li- geros, susceptibles de ser adaptados a la tónica de la emoción. Cantarinos, como en las octavillas del "Himno a la Aurora": Solo tu brillo, tu luz, iguala, a esa zagala que me hechizó. En su mejilla fresca y hermosa, la nueva rosa se retrató. Captan el gozo que hinche el corazón: Venid zagales, \tenid contentos, tiernos acentos a pronunciar; corred zagalas, corred festivas alegres vivas hoy a entonar. O parecen doblar con lúgubre tañido, cuando los preside el dolor: j Murió Larriva! Mustias, confusas, tan cruel ocaso plañen las Musas; le plañe el genio de la amistad. Este acento de su voz rezuma ternura, intensidad lírica, alta línea de honestidad. Es sólo para su vida íntima, y lleva al poeta hacia un total ale- jamiento de la ostentosa docencia cultivada por el retórico. En sus ecos afloran valores de eterna y remozada vigencia, que decoran la versión del mensaje poético. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.3, julio-diciembre 1945
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