Fénix 32-33, 74-79

ATAHUALPA EN LA LITERATURA HlSPANICA 79 A todas estas complicaciones se añade el que aparezca en escena Fernando, el hijo de Irene, de tumultuosa trayectoria pues había peleado como comunero en Villalar y luchado contra los franceses en Parnplona. Se jacta igualmente de haber defendido a la viuda de Juan de Padilla viéndose forzado a buscar refugio en Portu- gal. Ahora vuelve a Extremadura de incógnito y esasí como conoce a Laura. Nos en- teramos de pasada que Brianda había alentado los deshonestos propósitos de Fer- nando con respecto a Laura. El padre Antonio, que observa todo esto desde cerca, promete colaborar para que no haya violencia y se casen Fernando y Laura. En una escena profundamente romántica, Fernando pide perdón a Laura y ésta, aunque al principio insiste que sólo será de Dios, sucumbe al final y declara que también Ie ama. Este desenlace no coincide con los propósitos de Cuéllar que trama un plan para arrebatar a Laura cuando Fernando salga de cacería. Opina que Rivera tenia que haber matado a Fsrnando y sospecha que éste se casa con Laura no por amor sino para poder disfrutar de la fortuna de sil futura mujer. Corno era de esperar la sangre llegará al río. Se concierta un duelo entre Fernando y Cuéllar, duelo que el padre Antonio trata de evitar infructuosamente. Muere Cuéllar, se suicida Brianda y se casan Fernando y Laura. Las últimas palabras de Fernando nos recuerdan un tan- to al Don Alvaro del Duque de Rivas al exclamar: "Yo no peleo por venganza sino por necesidad, por seguridad y por justicia. Vénguense de ti por mi mano los indios del Perú y el Inca Atahualpa" '. Asume de esta manera una postura justiciera de acuerdo con su conducta anterior pero difícilmente convincente en este caso. Si bien antes el padre Antonio había defendido la acción española contra Atahualpa remitiendo a Dios el veredicto final, Valera, a través de Fernando, parece querer dar con el fiel de la balanza. Sin embar- go, las palabras de Fernando no convencen pues no hay nada en su pasado que le relacione con el Perú, con los Incas, o el propio Atahualpa. La obra de Valera es en definitiva muy deficiente y bien merece el nombre de ser una mera "tentativa dramática" como él mismo la titula. En suma: ninguna de estas tres obras despunta por su brillantez literaria. Son, no obstante, curioso testimonio del interks que suscitó la muerte de Atahualpa tanto en el Perú como en España en obras que reflejan el sentir de sus respectivos autores. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.32-33, 1987

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