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aspiraciones económico-politicas de los colonos peruleros. Otro rasgo interesante es la conversión inmediata de las especies del tributo en su valor monetario, lo cual permitía la conmutación de elementos diversos: se podía ofrecer variada magni- tud de metales preciosos, de especies e inclusive de servicio personal, con la condi- ción de cumplir con el nivel económico determinado en la tasa43. Esta no consti- tuía en verdad más que una pauta, una linea directriz que servía para otorgar noción de lo que estaba en juego tanto a los nativos como a los duefios de repartimientos. Hacia la misma época encontramos documentos que hacen referencia a la posibili- dad de extraer provecho de la fuerza laboral de los tributarios de Chincha. Por ejem- plo, en una carta remitida a Felipe 11 el 3 de febrero de 1549, el arzobispo fray Je- rónimo de h a y s a proponía que la edificación de la nueva catedral limeña se hiciera con el trabajo de dichos aborígenes, 'porque otros peones no los ay y esperar en yndios que están encomendados en particulares es en balde"44.Un poco más tarde, el 20 de julio del indicado afio, el teniente de contador Luis Sedeiio dirigía una misiva al Consejo de Indias, advirtiendo la conveniencia de construir en Lima una nueva casa real de fundición, la cual "podríase labrar a muy poca costa con los yn- dios de hincha'*' . La respuesta de los funcionarios cortesanos a tales proposicio- nes, sin embargo, no fue más que tibia46. Pesaba seguramente en el ánimo de 10s mi- nistros la intención (expresada en real c6dula de 22 de febrero de 1549) de supriniir el servicio personal indígena, poniendo fin a la práctica de obligar a los naturales a prestar su mano de obra contra su voluntad4'. En cuanto al manejo de la encomienda real alrededor de ese tiempo, conocemos que desempeñaba labores de estanciero Francisco Rodríguez de los Arrieles, el mismo que comenzó su trabajo el 1 de junio de 1548, con un salario de 200 pesos anuales. Por l o ataíledero al ámbito religioso, era fray Tomás de Santa María quien ejercía el vicariato en la comunidad dominicana de Chincha; en agosto de 1548 recibió fray Tomás una partida de 100 pesos 2 tomines para la adquisición de vino, cera, jabón, papel, imágenes y otros aderezos requeridos para el sostenimiento del culto divino. En los asientos de gastos efectuados en este repartimiento de la Corona, figura algo después una libranza de 300 pesos otrogada en favor de fray Domingo de Santo To- Por ejemplo, la tasa tributaria señalada en 1550 para el repartimiento de Tarapaci (y otros pueblos de la costa sur) sufrió durante los quince años siguientes una diversidad de modificaciones: se incorporaron nuevos productos 11 tributo, otros bienes deiaron de entregarse, se sustituía con moneda la aportacion de determinadas especies, etc. Vease Efraín Trelles Afestegui, Lucas Martínez Vegazo; funcionamiento de una encomienao peruano inicial (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perlt, 1982), p. 184 y SS. A.G.I. Patronato, 192, No. 1, ramo 55. A.G.I. Lima, 118. Por una real cédula expedida en Cigales el 15 de octubre de 1549, se mandaba al licen- ciado Casca emitir su parecer acerca de la proposición hecha por Loaysa sobre la fábrica de la catedral limeña. Cf. Emilio Lisson Chávez, ed. La Iglesia de España en el Perú; co- lección de documentos para lo historia de la Iglesia en el Perú. l, No. 4 (Sevilla: Editorial Catbli¿a Española, 1943), p. 187 Cf. Silvio Zavala. El servicio personal de los indios en el Perú; extractos del siglo XVI. (México, D.F.: El Colegio de México, 1978). p. 18. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.32-33, 1987

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