Fénix 36-37, 125-145

cargamento libresco reunido por el tesorero. Percibimos de esta suerte con nitidez -información valiosa respecto a la difusión intelectual en aquella época- el reiterado acudimiento a ciertas casas impresoras, establecidas en ciudades como Alcalá de Henares, Madrid, Salamanca, Venecia o Amberes. Conclusiones más generales en torno a la historia de las ideas en Hispanoamérica colonial sólo serán posibles en virtud de la confrontación de datos numerosos, extraídos de fuentes históricas similares o afines a la que ha sido objeto del estudio. Interesa considerar, adicionalmente, la serie de libros que Antonio Dávalos tenía en su morada limeña cuando falleció, luego de haber trans- portado y quizá vendido la mayoría de las obras que figuran en el registro de embarque, Se trata de una sugestiva colección de 37 títulos, de los cuales observamos que 10 pertenecen a la remesa original. El funcionario hacendístico había conservado en su poder las crónicas de Ocampo y Morales y los anales de Zurita sobre historia de España, así como el estudio ades acerca de las órdenes de caballería; dentro del campo literario. rriantertía las obras de Sannazaro, las poesías de Garcilaso y uno de sus textos más preferidos, los Diálogos de amor de León Hebreo; en cuanto a materias sacras, tenía consigo el Flos sanctorum de Vega y una exégesis bíblica de San Gregorio el Magno. También retuvo la obra musicológica del doniii~icoSanta María, tal vez por su afición a tocar algún instrumento. Lo restante del inventario deja percibir que nuestro personaje conservaba básicamente las mismas inquietudes culturales que cuando asumió el cargo de Tesorero. Así, predominan las narraciones de carácter histórico: está allí la crónica de los Reyes Católicos, publicada por su criado Hernando del Pulgar, y el relato de Grandezas y cosas notables de España del famoso cosmógrafo Medina. Otros acontecimientos de la historia europea tienen cabida a través de las obras de Trillo, que trata sobre Flandes, de Cornejo, que describe la Liga francesa y el cerco de París, y del cronista oficial Antonio de Herrera, quien se ocupa de Portugal y la conquista de las islas Azores, por entonces territorio de dominación castellana. A ello cabe agregar la biografía de Ignacio de Loyola -todavía sin canonizar- redactada por el jesuita toledano Ribadeneyra. Por otra parte, se hallan interesantes muestras de la literatura hispánica del Srglo de Oro Figura el chantre plasentino Francisco Miranda V~llafañe,autor de unos curiosos Diálogos de la phantástica philosophía, en que medita sobres las letras, las armas y el honor En el ámbito de los versificadores destaca el médico Luis Barahona de Soto. con su elogio de la hermosura de La Angélica, composlclon lírica bastante elogiada en aquel Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.36-37, 1990-1991

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