Fénix 36-37, 125-145

1569 desempeñaba el corregimiento de Chachapoyas, y en marzo de ese año recibió un préstamo de mil pesos proveniente de la Hacienda Real (3). Al contraer matrimonio con doña María de Loaysa, las propiedades del tesorero Dávalos valían alrededor de 14.000 pesos, y se afirma que su esposa -hija de un Bernardino de Loaysa- aportó a la sociedad conyugal otros 30.000 pesos (4). Tales son las cifras que aparecen en el testamento que nuestro personaje otorgó en la metrópoli limeña pocos meses antes de su deceso. El 21 de octubre de 1577. en San Lorenzo el Real, suscribió Felipe II los despachos concernientes a la investidura de Antonio Dávalos como tesorero de la provincia de Nueva Castilla (Perú), con asiento en la caja real de Lima. El mencionado puesto le otorgaba derecho a una remuneración anual de 2.000 pesos, así como a una plaza de regidor en el Cabildo limeño. Algunas reales cédulas complementarias mandaban eximir al tesorero de pagar el impuesto de almojarifazgo por el trasporte de bienes suyos valorizados hasta en 4.000 pesos y, además, lo autorizaban a llevar seis criados y tres esclavos negros, libres de impuestos, a su nuevo destino (5). Sin embargo, la salida del burócrata fuera de la metrópoli demoró varios años: ;:o empezó a cobrar el sueldo de tesorero sino a partir del 6 de abril de 1582, fecha en que se embarcó en Canlúcar de Barrameda con rumbo al continente americano (6). En cuanto a los objetos personales que Dávalos hizo remitir a través de¡ kliántico, se conoce que dio este encargo a Juan Sánchez de Adrada, el cual metió en Sevilla un conjunto de 77 cajas a bordo de la nao La Madalena, guiada por el maestre Alonso Martín. La remesa, que llegó sin novedad al puerto de Nombre de Dios el 24 de Julio de 1582. incluía dos fardos -identificados bajo los números 2 y 3- con el cargamento que aquí especialmente nos interesa: la colección libresca, de 97 volúmenes, reunida por el funcionario peninsular (7). Tras haber alcanzado la orilla meridional del istmo de Tierra Firme, el 30 de octubre del citado año se efectuó un nuevo registro de las mercaderías pertenecientes a nuestro sujeto, que se instalaron en los depósitos del navío San Francisco de Buena Esperanza, conducido por Martín de Ribera; era un cargamento de 29 fardos, 5 cajas quintalenas y varios otros bultos, cuyo valor se tasó en 4.032 pesos (ligeramente superior al tope fijado para la exención de almojarifazgo). Para realizar la traslación de estos bienes por el mar del Sur, se contó con una licencia especial del comisario del Santo Oficio don Rodrigo Hernández, deán de Panamá, en la cual se hallaba comprendido un permiso librado por el inquisidor Cerezuela para la conducción de los dos fardos de libros (8). Finalmente. tanto el propietario de la remesa como el conjunto de bultos arribaron a la ciudad de los Reyes. Con el propósito de evadir los gra- vámenes de almojarifazgo, ciertamente, Antonio Davalos denunció un dete- rioro en el estado de sus pertenencias, avaluado en 146 pesos. Ante los ma- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.36-37, 1990-1991

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