Fénix 36-37, 125-145

LIBROS PROFANOS Y SAGRADOS BIBLIOTECA A. DAVALOS 127 gistrados de la Audiencia de Lima, el 22 de enero de 1583, prestó juramento como tesorero de la Nueva Castilla (9). Sobre su actuación en los años sucesivos, parece que hubo ciertas fricciones con el virrey Conde del Villar, quien en más de una oportunidadmandó encerrar al tesorero en prisión (10). El ambiente de corrupción e inquietud que se vivió en territorio peruano durante la administración de Villar motivó el nombramiento de un visitador general para el distrito de la Audiencia de Lima, que fue el licencia- do Fernández de Bonilla. Una de las atribuciones de este ministro de la In- quisición era averiguar la rectitud en el manejo de los oficiales de Hacienda. Así fue que, luego de haber desarrollado una indagación preliminar, formuló en setiembre de 1591 un cargo general de 102 capítulos respecto al desem- peño del contador, tesorero y factor-veedor de la caja de Lima (11). Por lo que atañe al protagonista de nuestro trabajo, en particular. se recogió la de- nuncia de que la mercancía que trajo consigo al establecerse en el oficio de tesorero no fue destinada a su uso personal -como lo demandaba la cédula sobre franquicia de almojarifazgo-, sino que se vendió en la capital del virrei- nato a Juan Beltrán Aparicio y Jorge de Acosta (12). ¿Quiere ello decir que la biblioteca formada por Antonio Dávalos no constituyó material de su pro- pia lectura?. Aunque varios de los títulos contenidos en el registro de embar- que de 1582 se repiten en el inventario efectuado a la muerte del burócrata peninsular, no estamos realmente en aptitud de responder con certeza a tal interrogante, ya que faltan referencias complementarias. Pero, de todas formas, es perceptible que el tesorero poseía una desusada curiosidad intelectual, según habrá ocasión de demostrarlo en las páginas siguientes. Por lo demás, cabe anotar que en 1591 se expidió en la Corte una real cédula, dando facultad al tesorero limeño (a la sazón enfermo y mayor de 70 años de edad) para viajar a España, con atribución de permanecer en la metrópoli por espacio de tres anos, sin goce de salario, bajo el requisito de dejar en sustitución a una persona hábil y suficiente (13).Lo cierto, empe- ro: es que dicha licencia no alcanzó a tener vigor. Consta que Antonio Dáva- los dejó la tesorería de Nueva Castilla el 31 de diciembre de 1595. por re- nuncia (14), y los datos concernientes a la última parte de su vida se ubican en un expediente formado ante el juez de bienes de difuntos de la Casa de la Contratación indiana, Sabemos que el funcionario alcarreño otorgó su testamento en la ciudad de los Reyes, el 20 de junio de 1599, en la escribanía de Alonso Hernández. Mediante este documento ordenaba la fundación de un mayorazgo, con capital de 30.000 pesos ensayados, a favor del hijo primogénito de Gil Suárez Cimbrón (sobrino de Dávalos) y doña Francisca de Acuña. que eran vecinos de Guadalajara, su ciudad natal. Nombró como albaceas a su mujer doña María de Loaysa, al P. Vásquez, jesuita, y a Melchor Pérez de Maridueña, residente en Lima. Es muy interesante recoger su propia declaración de bienes, que Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.36-37, 1990-1991

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