Fénix 36-37, 157-165

J. M. ARGUEDAS: APRENDIZAJE LOGROS DEL NOVELISTA 159 retratos de personajes. Con este ánimo había leído también, entre los novelistas peruanos, a Abraham Valdelomar, López Albújar y Ciro Alegría. tres narradores notables. Sin duda, estas preferencias de dentro y fuera del país influyeron en mis primeros juicios sobre la obra de Arguedas; como se verá más adelante. Hacia 1950, Arguedas era un escritor silencioso. un hombre que sufría una larga crisis que. según él, empezó en 1944, y lo obligó a no publicar durante trece años, desde 1941, fecha de Yawar fiesta. hasta 1954, cuando aparece Diamantes y pedernales, volumen éste que tampoco es totalmente nuevo, ya que incluye tres cuentos publicados en Agua, en 1935. Ahora sabemos por él mismo que desde entonces "vivió con interrupciones, algo mutilado"; que en mayo de 1944 "hizo crisis una dolencia psíquica contraída en la infancia", y que estuvo "casi cinco años neutralizado para escribir", o sea. que recomenzó a trabajar en 1949, como si se tratara de otro hombre. Esta crisis suya y su vuelta a la literatura en momentos en que mis compañeros y yo empezábamos a publicar, nos unió a él como a otro camarada, no como a un maestro ni a un colega a quien se respeta y admira de lejos, sino como a un amigo con quien se comparten el trabajo y las dificultades. Así, en adelante, nosotros y él publicamos nuestros libros casi al mismo tiempo, uno tras otro, como si formáramos una misma generación. y las lecturas de nuestros textos tenían que influir sobre nosotros mismos. En 1951, Alberto Escobar, Jorge Puccinelli y yo fundamos la revista Letras Peruanas, y ese mismo ano publicamos "El zumbayllu", fragmento entonces inédito de Los ríos profundos; tres anos después. en 1954, dimos a la imprenta otro cuento inédito, "Orovilca", el mismo ano en que por fin Arguedas venció su crisis y publicó Diamantes y pedernales, libro que significó el reencuentro definitivo con sus lectores. Desde aquí hasta su muerte el vínculo con ellos quedará firme y continuo. La primera gran crisis del escritor había sido superada. Justamente para nuestra revista Letras Peruanas escribí una de las primeras reseñas sobre Diamantes y pedernales (ver la nota "José María Arguedas" en Letras Peruanas, ano IV, núm. 12 de agosto 1955. pp. 79-90, firmada con el seudónimo de Telémaco), y en ella dije lo que sinceramente creía entonces: que los cuentos de Agua eran importantes. pero exhibían defectos de composición y su lenguaje no había cuajado del todo. En ellos el impacto de una ruda belleza envolvía al lector, pero la narración avanzaba a saltos y los cambios de escenarios y personajes eran súbitos, semejantes a hachazos. y, por tanto* la emoción del lector, que debía hacerse única y gradual, se desintegraba, aquí se diluía y allá se recreaba. con un ritmo que no obedecía a un sistema, sino justamente a su ausencia. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.36-37, 1990-1991

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