Fénix 36-37, 157-165

"Agua", necesariamente quechuizado y dificil, y el de "Warma Kuyay", donde el castellano le era más dócil, aunque ninguno de ambos le satisficiera plenamente. Y por si lo dudáramos, ahí reconoce que su aprendizaje había concluido con Los ríos profundos. En efecto novela donde ya se muestra dueño de una vari su bilingüismo y como buen ordena nos da la luz lírica de Hasta aquí he referido cómo veíamos a cómo él nos veía a los jóvenes escritores. A medi mi primer libro de cuentos, L batalla, y al obs benévolo, me escribió una caria felicitándome, pero . ., de modo muy claro s sobre "ustedes los ' de su caria en Letr S, núm. 12, Lima, a decía, poco más o edes los jóvenes que yo por la técnica novelística, aunque no deben olvidar los temas, ni menos a este Perú hermoso y violento en que vivimos; si desean ser @.s:?itores importantes, deben perseverar, alejarse de la comodidad y de las aciones, e incluso de los compromisos sociales -quería decir de la emia artística-, y no malgastar el tiempo, ya que en nuestro país no duran tac vocaciones literarias. Deseo subrayar aquella frase: ustedes los jovenes se preocupan mucho más que yo por la técnica. He aquí algo muy concreto, como una preocupaciónque pudiera diferenciarlo de nosotros. Dudo que él no se preocupara por la técnica del cuento y la novela, por la estructura narrativa, de un lado, y por el estilo, de otro. Pienso que lo dijo por cierto prurito de subrayar que quizá nosotros éramos más "esteticistas" o "librescos" que él. Arguedas participó de todos nuestros esfuerzos para alcanzar una técnica aceptable por la audiencia internacional, y merced a ello, supo darnos una variedad de cuentos y novelas, algunos de ellos muy distintos entre sí, como si cada vez quisiera experimentar y triunfar por una nueva vía expresiva. Los ríos profundos es una novela eminentemente poética, nueva en la literatura peruana. De este libro lo único que no se ha elogiado es la estructura, llegando a decirse que a veces el novelista olvida el argumento para dedicarse apasionadamente a las descripciones o que, si no, da excesiva importancia a una anécdota, como, por ejemplo, el motín de las chicheras, distorsionando la novela. Aún más graves reproches sobre la estructura se han formulado respecto a El sexto (1961) -novela en verdad menor e imperfecta-, que contiene muchos cabos sueltos, episodios que no armonizan con el contexto, momentos dramáticos que Arguedas no resuelve y que incluso desaparece un personaje necesario para la continuación de la trama. A mí me parece que Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.36-37, 1990-1991

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