Fénix 36-37, 157-165

164 FENIX creador mas continuo es la desfiguración poética y la exageración simbólica de personas y cocas, y está bien que asi sea. Sin embargo, lo positivo de es su condición de otro gran experimento narrativo, una día sesaiverse con el lengua os y primitivos de . Arguedas va m contrapurlto de personajes, descripciones, modos de hablar peruanos y jilicios sobre nuestra sierra todavía feudal: he ahí su mérito, el de plantear un inmenso problema literario. Este libro significó para él lo que La ea para Vargas Llosa: el tratamiento, por primera vez, de un mundo vasto y complejo. Y, en segundo lugar, como otro mérito, ese contrapunto se da mediante una estructura en anéctodas entrelazadas donde el novelista ya no avanza linealmente, sino es un arquitecto que construye en diversos planos y que no debe perder la visión de la unidad ni del conjunto, esto es, de una auténtica guerra moral y simbólica entre el bien y el mal. He aquí un nuevo paso positivo en el manejo de la estructura, Y llegamos por fin a El zorro de arriba y el zorro de abajo. Arguedas se ha lanzado valientemente a otra empresa necesaria para resolver sus propias dificultades. Retorna al paisaje costeño, desciende -como en El sexto- a un infierno, a un mundo amoral y pervertido donde revela la entraña del monstruo económico a través de la aventura desnuda y a veces abyecta de toda clase de vividores. Son plausibles la variedad y justeza con que Arguedas aprovecha aquí el lenguaje oral, libre y desvergonzado del lumpen y de la clase media; y respecto a la estructura, quizá sin quererlo, nos da la primera novela peruana que muestra el "taller literario", el "andamiaje", por dentro de la novela misma. Aquí Arguedas es nuestro Gide, nuestro Pirandello, nuestro Huxley, nuestro Cortázar. La alternancia de sus patéticos "diarios" con los episodios novelísticos es un diálogo vivo entre el hombre agonizante y el escritor que se apaga y enciende por destellos breves. Un fanático de la literatura podría decir que, siguiendo esa alternancia, Arguedas pudo muy bien concluir su obra y luego matarse. Pero él estaba mezclando de veras, y no en una ficción, su vida y su obra, y supuso él (no nosotros) que ya no podría "armar" el laberinto. De nuevo, la lucha por la estructura -el Único problema que le quedaba- le ocupó hasta sus últimas horas. iQué importa que El zorro. .. no sea una buena novela; lo valioso para la literatura nacional es hasta dónde avanzó su autor! Y nada más. Considerado como provisionales estas divagaciones sobre un autor tan valioso en el Perú y en América Latina, que aun desbordó la literatura para convertirse en un promotor cultural, en el emisario de una mitad del Perú hacia la otra, en un sacerdote del amor y la ternura campesina, en el profeta del antiguo y eterno país inca, que desde hace mucho tiempo nos tiene a todos los peruanos, sin excepción, bajo su influencia y también bajo su embrujo. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.36-37, 1990-1991

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