Fénix 39, 57-81

de Garcilaso con la cultura grecorromana, dcsdc la doble perspectiva de sus escritos y de sus lecturas." El inventario de su biblioteca revcla, por eicrto, que el personaje tenía en su poder gran parte de las obras literarias e históricas de los clásicos, así como piezas notables dcl Renacimiento italianoy español, que debieronmoldear también su devociónhacia cl mundo de la Antibecdad. Pero está claro que csa lista de materiales guardados en su casa a la hora dc morir no agota el conjunto de lccturas quc el escritor mestizo debió manejar y asimilar a10 largo de su vida; en complcmcnto de los imprcsos, además, el lnca Garcilaso sc nutrió gracias a discusiones c intercambios dcmanuscritos con un grupo de activos teólogos, catedráticos y cniditos andaluces, con los que sostuvo contacto tanto cn Montilla como en Córdoba. Entre cstas amistades literariasdestacan los nombres dcAmbrosio deMorales, Bernardo Aldretc, Francisco Fernández de Córdoba, Francisco dc Castro y Juan de Pineda, principalmente (cuyas obras pucdcn cncontrarse dentro de la colección Durand en Notre Dame). Los contertulios debieron servir para ampliar -a través de su charla y de préstamos dc tcxtos- el marco de lccturas a disposición de Garcilaso, sin olvidar que éste debió igualmente utilizar los materialcs de conventos y de casas de estudios, por ejemplo de la Compañía de Jesús, con la cual Mantuvo una buena vinculación. En el catálogo notarialpost mortemsc advierte la ausencia demuchas obras extraetadas y mencionadas en los escritos del Inca, como por ejemplo la crónica <cperulcrande Agustín de Zárate, las Repúblicas del mundo del agustino Jerónimo Román y Zamora, lasRelarioizes univeii~ales deGiovanni Botero, losseis libios de la iepiblica de Jean Bodin, laHi.stoiiapontificu1 y católica de Gonzalo de lllescas y la curiosaHistoria medicinal deNicolás Monardes. Todas estas piezas se hallan, en cambio, dentro de la colección formada cuatro siglos después por el garcilasista Durand, como testimonio privilegiado de su afán por recomponer el espíritu y las fuentes del narrador cuzqucño. El hecho cs que el lnca Garcilaso debió haber ido descartando buena parte de los materialcs imprcsos en cl curso de su vida, ya sea por obsequios, por extravíos o porquc «el mucho uso las hubiese dcstmido)).'" Muy probable es que la biblioteca del Inca en Córdoba, en 1616,no fuese la misma que poseyó en Montilla, antes de su mudanza en 159 1. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.39, 1997

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