Fénix 4, 687-696
dar inéditos sus originales hasta su completo envejecimiento. En el primer caso, además de limitarse a un tiraje mínimo, deben administrar la edición, renunciando casi absolutamente a la posibilidad de difundirla en otros países de habla española. Los libreros -que sólo subsidiariamente se califican como editores-, no hallan, por su parte, en el país, autores solicitados por el público en proporción alentadora para un alto tiraje. La edición y difusión de libros nacionales tropiezan, así, no sólo con la diíicultad de lo incierto y mínimo de la clientela sino tambikn con la anarquía y dispersión de los esfuerzos de autores, editores y libreros. Con la nsocia- ción de éstos se podría establecer un bureau bibliográfico u oficina del libro que se encargase de la difusión de las obras nacionales en la^ república, me- diante una bien organizada propaganda y una extensa red de agencias, y en los principales centros de Hispanoamérica mediante el intercambio con las di- versas editoriales hispano-americanas. Si en los países como Francia e Ita- lia existen asociaciones de editores y oficinas bibliográficas de esta clase, su necesidad en los países donde la actividad editorial es ínfima y las casas edid toras disponen de modestos recursos, aparece indudablemente mayor. Al Estado, naturalmente, le corresponde, a su vez, dispensar al libro na- cional la protección a que tiene evidente derecho en las tarifas postales. Ac- tualmente, éstas son prohibitivas. Los periódicos y revistas gozan de una franquicia especial. Los libros, no. El envío de un volumen pequeño, por correo certificado, cuesta más o menos cuarenta centavos. El correo enca- rece considerablemente el precio del libro que, por lo reducido de los tirajes, soporta, de otro lado, un costo elevsdo de impresión. La desorganización de nuestro incipiente comercio librero, embarazado por barreras artificiales que es fácil extirpar, tiene en gran parte la culpa de qlie se lea en el Perú menos de lo que, dentro de nuestras posibilidades y re- cursos presentes, se podría leer. En Europa se observa desde hace algún tiempo una crisis del libro. LOS editores de Italia, reunidos en un congreso, acaban de discutir los medios de librar una enérgica batalla por la dif~asióndel libro italiano. Los editores de Alemania notan una baja en la venta, que se explica, parcialmente, por el alto precio del libro alemíin desde el restablecimiento del marco oro. Parece que el público, en general, lee menos que antes. El deporte, el baile, etc., ha- cen una sensible concurrencia a la lectura. Pero esta crisis corresponde a países de un elevado grado de cultura, donde el iibro había alcanzado ya casi la plenitud de su función. Malgrado el de- porte y el baile, el libro ocupa hasta lioy, en esos países, un lugar principal en la vida de la gente. La confrotación del consumo de libros con el consumo de artículos de lujo o toilette zio acusa desequilibrio exorbitante. El libro continúa ahí estimado como un índice de civilización. En cambio, entre no- sotros, la civilizacion quedaria reducida a muy poca cosa si la ~nidiérarnospor este lado. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.4, julio-diciembre 1946
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx