Fénix 4, 725-729

fueran ataúdes donde descansarán 10s últimos despojos de amigos bien que- ridos: es algo como si tuviéramos la impresión de asistir a l sepelio de nuestra cultura. Sin embargo, el símil es totalmente inexacto. La muerte es un suceso fatal e irreparable al que siempre, tarde o temprano, terminamos resignándo- nos, y algo nos dice que los libros no están muertos. Los conceptos, los sen- timientos y los personajes doliiiciiiados en sus páginas pugnan minuto a mi- nuto por salir. Quieren los dos primeros volver a la superficie para entrar de nuevo en relacion, mediante el mecanismo de la lectura, con los cerebros y con los espíritus. Anhelan los segui~dosconvivir otra vez con los hombres una existencia a la que tienen derecho, pues aunque no sean de carne y hue- so son criaturas hechas a imagen y semejanza de las demás, pobladores del mundo del pensamiento. Los libros amontonados en los baúles son algo así como los ciudadanos en las cárceles, con la diferencia de que aquéllos no han cometido crímenes ni pecados. En las noches, cuando todo duerme, alguien, de pronto, se despier- ta sobresaltado, porque la madera de los cajones cruje extrañamente, parece rajarse como cediendo a la presión de fuerzas desconocidas: son los protago- nistas de las novelas, los seres palpitantes de los dramas y las tragedias y hasta las figuras de los cuadros célebres reproducidas en láminas a todo co- lor que se rebelan contra la oscuridad y al ahogo a que se los condenara. Quieren escapar de sus calabozos, ayudados en eso por las ideas, pues éstas son como los gases o los átomos, los cuales poseen un fabuloso poder de ex- pansión y bajo ciertas condiciones pueden hacer estallar las paredes del re- cipiente que los contiene. Casi no Iiay holnbre de estudio que no se haya visto enfrentado al pro- blema de los libros que inundan -,perdón por el vocablo- su casa y se !a tor- nan irremediablemente incómoda. Muchos hemos acudido al expediente del enjaulamiento, pero pocos, quizhs nifiguno, tienen duro el corazón para con ellos. Entre alborozo j 7 llanto se concluye libertándolos. Y es que los libros son los parientes más próximos, y rriás estimados, de cuantos tenemos fe en las creaciones de la inteligencia. Alberto HIDALGO. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.4, julio-diciembre 1946

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