Fénix 4, 730-741
ANATOLE FRANCE BIBLIOTECARIO 739 prometerse en toda suerte de aventuras. Comprendí que, si se consideran varios objetos a la vez, se sale de los principios fundamentales de la arqueo- logía. Si ahora confieso mi error, si confieso el inconcebible entusiasmo que me ;nspiró esa concepción totalmente desmedida, lo hago en provecho de los jóvenes que aprenderán por mi ejemplo a vencer la imaginación. Ella es nues- tra más cruel enemiga. Todo investigador que no ha logrado ahogarla en él, ests irremediablemente perdido para la erudición. Aún tiemblo pensando en que abismo mi aventurero espíritu iba a precipitarme. Estaba a dos dedos de rni pérdida ¡Que caida! ¡Iba a dar en el arte!". M. Pigonneau consagra entonces todos sus afanes a escribir un volumen tituiado: De2 tocado de una idama egipcia drrrarzte el Mcdio-Imperio, según una pintura inédita, obra en la cuna no aparece ninguna idea general, ninguna vista de conjunto, ninguna sín- tesis. Es decir que hace una obra de historia pura y científica. Pero France no se contenta con ridiculizar esa estrecha concepción: quie- re mostrarnos cuan frágil es la pretendida austeridad de tan respectables eru- ditos. M. Pigonneau encuentra en una conferencia a una linda chiquilla, tan linda como travieza.. . El docto egiptólogo termina escribiendo un cuento humorístico - con derroche de imaginación -. para satisfacer un capricho de !a rapazuela. Es un ejemplo más del viejo relato medieval en que vemos a Aristóteles, sumum de la filosofía, vencido por un rizo rubio. Muchos otros personajes similares podrían ser enumerados. El abate Lantaigne en L'Orme du Mail es "una biblioteca viviente" que conoce al de. diflo las Decretales, las decisiones de los Concilios y la opinión de los Santos Padres. M. Bergeret, el docto profesor de la Facultad des Lettes, hace el siguiente discurso a su nuevo perrito Riquet, algo barullero: "Sabed pues, ami- go Riquet, que ésta es la casa del silencio y la morada de la meditación. Si ke place quedarte, hazte bibliotecario. Cállate". En el prefacio de L'lle des Pin,qouins, nos presenta 3 M. Fulgence Tapir, quien se jacta de poseer "todo el arte, ,me entiende, todo el arte. puesto sobre fichas ordenadas alfabética- meiite y por materias." Y M. Tapir muere de la manera más indicada para un bibliotecario: un desperfecto en los muebles hace que las fichas se despa- rmmen, submergiéndole y ahogándolo. . . Tournebroche termina su vida como librero, sucesor de M. Blaizot, "A I'lmage Sainte Catherine". En La Vie en Fleurs hallamos la bella figura de M. Dubois - el hombre más inteligente que France dice haber conocido - tan vinciilado con los libros. Junto a él, la caricatura del "Pére Le Beau", coleccionista endiablado, "capaz de colocar iin patíbulo entre las piezas de su gabinete que pasa su vida catalogando y haciendo fichas. Hasta Jean Ser- vicn que, en cierta forma, :-e acerca cxiernamente a los libros; es hijo de un en- ciiadernador. Idénticas carcterísticas hallamos en cuanto al escenario de sus novelas. Con suma frecuencia este es un ambiente con libros. Ni que hablar de Le Crinte de Sylvestre Bonnad, ello es por demás evidente. En La Rotisserie, Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.4, julio-diciembre 1946
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