Fénix 4, 730-741

ANATOLE FRANCE BIBLIOTECARIO 73 1 Por ello creemos un deber el evocar en esta propicia circunstancia la figura de aquel que, junto con Montaigne y con Voltaire, mejor representa el espíritu de la Francia inmortal y que podría resumirse en dos palabras: Humanidad, Claridad. No vamos a trazar aquí una semblanza completa de France. Su vida intelectual fué larga y su nroducción se extiende durante más de medio siglo. No es de extrañarse, entonces, que ella prexente rasgos muy diversos. No es posible estudiarla en bloc, pues corremos el riesgo de imputar contradicciones al autor, cuando en realidad nos hallamos ante sucesivas etapas de una men- te en continua evolución.El único método razonable sería e1 cronológico, que Pierre Villey aplicara con tanto éxito a la obra de Montaigne, pero ello im- plica un largo estudio que rebasaría los iímites de esta simple charla. Por tales razones, nos limitaremos a señalar cual ha sido la orientación general de su espíritu, aquello que podríamos llamar "su molde externo". Cualquiera fuera el contenido -escéptico o dogmático- con que luego se llenara el mal+ de, éste le comunicará su forma propia, es decir la forma que, con justa razón, se ha dado en llamar franciana. Todos sabemos que la formación del hombre y especialmente del inte- lectual, se halla rigurosamente determinada por las circunstancias que lo preceden y que lo rodean. Tratemos pues de inquirirlas para el caso de France: Aquel que, andando el tiempo, sería uno de los máximos escritores del siglo XIX, nace en 1844. En ese mismo año muere Charles Nodier, biblio- tecario de l'Arsena1, autor de cuentos y ensayos bibliográficos realmente de- liciosos y que parece ofrecernos un anticipo, una «épreuve avant- la lettre,, del autor de Thais. En su hogar, France hallaba un pequeño compendio de la historia de su patria. El padre había sido Garde-de- Corps de la Restau- ración. La abuela, ofrecía un ejemplo perfecto de las damas del siglo XVIII, frívola, racionalista y lúcida. El abuelo era un veterano de Watesloo, gran lector de Volney. En cuanto a la madre, miijer franca y optimista, ella tenía todas las sanas virtudes del pueblo de Moliere que realiza su trabajo ale- gremente, con cariño, sin vanagloriarse por ello y sin grandes inquietudes por el mañana. La familia formaba parte de esa pequeiía burguesía francesa, moderada, enemiga de la afectación y algo casera. No eran ricos, pero go- zaban de una posición desahogada que permitiría a nuestro autor crecer fuera de las angustias de la estrechez y sin sufrir las doradas trabas que una gran fortuna suele poner entre los niños y e1 mundo. Era un chicuelo como tan- tos, mezclado a la vida de una gran ciudad, que desde temprana edad pudo asistir a la marcha de la "máquina social" y que nunca tuvo motivo de con- siderarse como una ser de excepción entre los demás. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.4, julio-diciembre 1946

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