Fénix 4, 730-741

bliotecario del señor obispo de Séez, ha redactado el catálogo de los códices reui~idospor el prelado. Este catálogo fornia dos volú~menesin folio, encua- dernados en marroquí rojo, con cantos dorados y el escudo del propietario. "'Me atrevo a decir que es buen trabajo", comenta el abate. Por último se encargará de traducir papiros griegos en la magna Biblioteca Astaraciana. Coignard es más sanguíneo que Bonnard. La lucha que sostiene con M. de la Guéritaude y sus lacayos es buena prueba de ello. Sus pasiones son vivas, su temperamento ardiente y sensual. De ah'i las dificultades que Ie obligan a dejar el Colegio de Beauvais, la Biblioteca de Séez y aún la Asta-c raciana, para finalme~tecausar su muerte en e! camino de Lyons. Coignard es combativo; varias de sus convesaciones - especialmente en Les opinions son ataques directos a determinadas instituciones o costuinbres. Ellas h u ~ bieran provocado uria sonrisa o un aforismo de Bonnard; en e1 abate dan pie a iln discurso, a un verdadero alegato. Con todo, la figura de Coignard así como la del académico, es eminente- mente simpática. Son personajes de exquisita bondad. El "pére Sariette" de La Rsrlolte des Angts es un tipo totalmente distin- to. Es archivista-paleógrafo y bibliotecario rentado de la famiIia Esparvieu, cuyas colecciones aíinan varios miles de volúmenes. Es hurafío y maniático. Ha inventado una clasificación tan compleja que sólo él la entiende; defecto que - según me dicen mis expertos colegas - suele ser común en esta suerte de invenciones personales. Cada vez que debe prestar un libro de s u colec-. ción, aún a los Esparvieu, los legítimos propietarios, busca mil falaces pre-c textos para negarse y cuando, al fin, se ve obligado a ello, sufre como si la arrancayen un trozo de si mismo. Esta pasión llega al extremo de que no vacila en ínatar a su mejor amigo, el librero Gttinardon, para entrar nueva-. mente en posesión de un ejemplar sustraído a su biblioteca. Pero también j q ~ é ejemp!ar! Nada menos que un Lucrecio, anotado de la mano de M. deu Voltaire y encuadernado con las armas del Grand Prieur de Vendome. A' raíz de este crimen y de los robos que el angel perpetúa en la biblioteca, Sa-. riette se vuelve loco. El sabio egiptólogo M. Pigonneau es igualmente un personaje curioso. Este breve cuento, p~ablicado junto con Balthasar, constituye la crítica más cer- ter<l,irónica y mordaz, la caricatura mejor lograda, de ese inútil revolver de papeles viejos que, para muchos, constituye la "verdadera h~storia". La pri- mera producción del distinguido hombre de ciencias, lo constituye una Pdcmo- riü sobre un mango de espeio egipcio de! Museo del Lou~~r e .Luego consagra iun estudio, asaz voluminoso, a una de las pesas halladas en 1851 en las exca- vaciones del Serapeíim, obra que le abre las puertas del linstitut. Pensó en- tonces abarcar en una obra conjunta, las pesas y moneda en uso en Alejan- dria bajo el reinado de Ptolomeo Auleta (años 80-72 antes de Cristo). "Pe- ro pronto camprendí que un tema tan general n.3 puede ser tratado por un ver- dadero erudito y que la ciencia seria no podría abordarlo sin riesgo de com- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.4, julio-diciembre 1946

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