Fénix 4, 761-773
considerando el problema desde el ángulo del administrador de una biblioteca, es necesario comprender que tiene el derecho de exigir que el costo del proceso tecnico sea reducido a la mínima expresión compatible con un buen servicio de catálogos. Si estos problemas de economía en la catalogación, se plantean en países donde las bibliotecas tienen fuertes presupuestos, es Iégico pensar que ero las nuestras, de recursos generalmente limitados, esa necesidad es aún más imperiosa. Aplicar el conjunto de reglas establecidas para la determinación de autor, aunque parezca oneroso es, evidentemente, necesarios y en este par- ticular deben ser evitada las economías; pero utilizar el total de reglas des- tinadas a la transcripción del título, cotas tipográficas, bibliográficas y es- peciales, es insumir una cantidad de dinero innecesario, ya que no es requisito indispensable el emplearlas en toda su extensión para cualquier clase de libros. Lo que termino de expresar no pretende titular de inútiles las reglas 225 a 324 de A. L. A.; por el contrario, lo que se intenta es llamar la atención so- bre un hecho que no ha sido hasta ahora eficientemnte encarado. Tampoco sostendré la necesidad de eliminar de los planes de estudio el adiestramiento intensivo de los alumnos sobre el uso de tales reglas, pues soy un convencido de que para poder realizar tareas simplificadas, es necesario dominar el con- junto en sus aspectos .más complejos y difíciles. Lo que pretendo es poner en discusión la necesidad de establecer un criterio equilibrado de catalogación selectiva, que permita dar importancia a lo decisivo y ubicar en su justo pla- na aquéllo de menor valor. En este juego de seleccjón desempeña un papel inportante el tipo de obra sometida a proceso catalográfico y la biblioteca que ha de utilizar la catalogación. Creo que todos estamos de acuerdo en que las reglas destinadas a las no- tas bibliográficas son de poca claridad y difíciles de interpretar y que, por 16gica consecuencia, su aplicación demanda exceso de tiempo y de energías. Dos de sus elementos básicos, paginación e ilitstraciones, ofrecen importantes inconvenientes. Aplicar la totalidad de reglas incluídas en A. L. A. para una obra del momento, quizá de valor perecedero, no justifica la tarea de examinar cuidadosamente el libro, determinar hojas preliminares, páginss sin numerar, hojas impresas de un sólo lado, numeración en romanos, hojas finales, etc., mientras que todo este proceso lo reclaman, cosa lógica y razonable, los libros de gran valor bibliográfico por la rareza de los ejemplares, la época en que han sido editados, la riqueza de su impresión, etc. El determinar antes de la ca- talogación la amplitud del proceso a que se someterá cada uno de los libros que ingresen al catálogo, con exacto sentido de su valor, parece medida de sana economía. 1 Pero el acortar o alargar el proceso catalográfico no debe estar librado al bibliotecario, ni ser tarea carente de directivas. Se justifica aquí un có- digo de excepciones, que determine con claridad el valor y alcance de cada una de las reglas numeradas de 225 a 324 en el código de A. L. A., para los tres tipos de catalogación indispensables: completa, mediana y simplificada. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.4, julio-diciembre 1946
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