Fénix 4, 774-784
sible y de toda información bibliográfica imaginable, pues requiere -por se- mejar lo que llamaríamos la flecha en el blanco del contexto- una balanza de precisión gramatical y una virtud hermenéutica que no muchos han de poseer. Nuestra minúscula experiencia ya nos enseña que en esta parte de la ficha puede prestar muy útiles servicios aquel don característico de los biblióíilos, que consiste en algo análogo al "ojo clínico" con el cual ciertos médicos ex- pertos y singularniente dotados pueden formular el diagnóstico de Ia enfer- medad sin hacer el examen previo del paciente. Pero, si tal potencia intui- tiva no perteneciera al patrimonio psicológico del catalogador, podrá éste I!ed gar al diagnóstico del contexto --esto es, la nota- mediante la lectura aten- ta de la introducción, del prefacio o del prólogo, o después de algún examen del mismo, si no ha considerado más conveniente transcribirlo. Notación y epígrafe como proble- mas episfemológicos. Pero esta operación descriptiva, cuya finalidad primordial es identificar el impreso, no puede terminar con esta mera labor catalográfica. Quedarán todavía por discernir dos indicadores cuya omisión anularía, no sólo la fun- ción del catálogo, sino incluso la causa final de la biblioteca y que he17 A os se- ñalado como los extremos inseguros de la ficha, a saber: la notación, con la cual se ubicará al individuo bibliográfico en el lugar correspondiente, y los epígrafes, que expresarán por modo analítico-sintético lo que hubiere de subs- tancial en el contexto. Si la primera pudiera ser simplificada hasta un mí- ni:r?um simbólico, preciso y flexible, y los segundos reducidos a términos tan estrictos, tan expeditivos y a la par tan sumarios de la memoria lexicológica del pUblico, que permitieran llevar de inmediato al lector a la materia que de- manda, se habría colmado de veras el desideratum de todo Departamento de Catalogación y, por ende, instituído los dogmas y fundamentos de un servicio que consiste, en último análisis, en una localización estadística de las ideas impresas. Es en este tramo decisivo donde los senderos catalográficos rebasan su última Thule y donde, sin pretensión especulativa alcuna, el clasificador ha de plantearse el problema definitivo y divisivo de la ciencia y de la filosofía, averiguando qué hay de cierto v de logrado en ese afán sempiterno de basar una taxología integral del conocimiento humano. Pues de lo que haya de cierto y de logrado aquí ~ o d r á aprovechar algo para la legislación positiva que reclama su trabajo y que es necesaria, no sólo por lo que se refiere al símbolo topográfico, sino, sobre todo, por lo que toca a la premisa teórica que supone todo instrumento clasificador o, en otras palabras, al esquema divisivo de las ciencias, las letras, las artes y las demás manifestaciones de la cultura que la biblioteca incorpora bajo la especie de texto impreso o manuscrito susceptible de ubicación, identidad, clasificación y servicio público. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.4, julio-diciembre 1946
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