Fénix 40-41, 101-146
El Santo Ojicio ... /Carlos Alfonso Villanueva C. otro que el inefableRomero, sobre el cual sabemospara lo que sirvieron sus declara~iones.~~ A pesar del estado de las cosas, es de notar que el inquisidor no dejaba de perseverar en su demanda. Así, bien dispuesto, puso oídos a las declaraciones de Jusepillo, otro testigo, esclavo de la mulata Francisca de Sierra.En aquellaLima, simenester es recordar, un esclavopodía seradquirido inclusivepor negrosde condiciónsocial libre. Enésimo testigo de oídas, impreciso, exagerado y vano a pesar de regodearse en detalles,Jusepillo, en efecto,dijoante el inquisidorhaber sido informado del hallazgo por dos muchachos españoles, el uno llamado Andresillo, hijo de doña Andrea de la Roca y el otro Cristóbal, de doña Sebastiana. Jusepillo sumó a los nombrados, otros dos: un tocayo suyo, idénticamente mulato, que habitaba en casa de don Luis de Robles; y Andresillo -distinto del primero-, que vivía en una casa de callejón largo, junto almuladar. - ¿Cómose lepodía reconocer-al talAndresillo-, lepreguntóel inquisidor? - [Porque]tiene unas mediasnaranjas i capatosblancos y el vestidoaceituni -respondió Jusepillo. La versión que manejaba Jusepillo era, en resumen, la siguiente: "unos frayles de San Francisco i un negro abían sacado del muladar dos baRas y dos piñas y tres talegas de plata".48Como se puede apreciar, en estricto, nadamás útil que todo lo anterior. Hasta aquí lo actuado, ¿cómo andaban las cosas para el Santo Oficio? Contrario el deseo de Castro, el balance de la causa no le auguraba nada 47 48 Ibidenljbl. 10. Ibídrm, fol. IOv. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.40-41, 1998-1999
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