Fénix 45, 69-70
70 de nuevas obras a publicar y para armar su programa de producción. El universo de obras a su disposición, o de obras posibles aún no escritas, se reduce a un tamaño finito y manejable. Al mismo tiempo, le facilita tener el catálogo organizado temáticamente y le permite dar a su oferta cierta congruencia, emitir un mensaje al público pendiente de sus lanzamientos. De hecho, cada colección es como una minieditorial en sí misma; cada una tiene ciertas finalidades y cierto perfil, asume cierto compromiso, se va configurando con cierto sistema, se alimenta con cierto ritmo. Desde luego, esta disposición de los libros en colecciones también acarrea indudables ventajas a los lectores, sobre todo a los golosos, insaciables y aventureros. Cada colección es una recomendación implícita que nos hace ese amigo lector invisible tras bambalinas, al que se concede cierta autoridad, que es la figura del editor. «¿Te gustó esta biografía de Carson McCullers? ¡Ah, mira!, también en esta colección tengo la de Jane Bowles, posiblemente te interesará». «Si este libro de divulgación científica te despertó inquietudes, revisa esta lista de varias obras pensadas para lectores con tu perfil». «¿Disfrutaste Orgullo y prejuicio en este formato pequeño y elegante? Entonces Sentido y sensibilidad lo tienes que comprar en esta misma serie». El lector de novela contemporánea, deseoso de descubrir nuevos autores o escritores poco conocidos, se habrá dado cuenta de que el amarillo Panorama de Narrativas de Anagrama o las negras Andanzas de Tusquets son las apuestas más seguras, las que mejor garantizan que no se verá defraudado. En los años ochenta, la adolescente aficionada a la literatura fantástica y de terror se emocionaba cada vez que aparecía en la mesa de novedades un nuevo volumen azul en pasta dura de la exquisita colección El Ojo sin Párpado, de la Editorial Siruela. El estudiante de Filosofía o de Literatura Grecolatina sabe bien que la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana y la Biblioteca Clásica Gredos ofrecen las traducciones más fiables, pero si se trata de subrayar el Parménides de Platón para citarlo en el trabajo de historia de la filosofía o leerlo en el trolebús, tal vez sea más recomendable el volumen Iniciación Filosófica de Aguilar, que se puede maltratar y deshojar sin remordimiento. Si alguien no quiere gastar mucho en La madre naturaleza de Emilia Pardo Bazán comprará el volumen de Sepan cuántos en Porrúa, pero si le interesa una edición bien cuidada, más el complemento de un aparato crítico y una larga introducción, mejor se esperará hasta conseguirlo en Letras Hispánicas de Cátedra. Si un editor asume plenamente ese compromiso tácito que adquiere frente a los compradores de su colección y si tiene siempre presente su propia faceta de visitante de librerías afanoso por llevarse a casa nuevas lecturas, tendrá mayores probabilidades de dar en el blanco y conseguir la aceptación de ese lector fiel e ideal. Está de moda preguntar qué pueden hacer los editores para fomentar la lectura (¡como si publicar libros y colocarlos en las librerías no fuese de suyo una tarea suficientemente importante encaminada a ese fin!). Pues bien, otra respuesta posible es recordar este papel del editor, también desempeñado por el maestro, el crítico literario, el reseñista y, en ocasiones (cada vez más escasas), el librero, como orientador de lecturas. Una colección es toda una propuesta cultural en marcha. Una colección bien armada dará cauce a la avidez de más de un lector que se aficione a ella y le proporcionará libros y lecturas para rato. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.45, 2008
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx