Fénix 45, 9-20

19 Cuando se discutió en asamblea la posibilidad de adaptar libros al «lenguaje campesino», los participantes de la Red dijeron: «¿Para qué necesitamos libros ajenos sobre Botánica si nosotros conocemos sobre plantas?, ¿para qué de Zoología si nosotros sabemos de los animales? ¡Ya es hora que empecemos a escribir las cosas como nosotros las entendemos! Está bien que aprendamos de los demás, pero primero debemos apreciar lo nuestro». El libro entonces dejó de ser solo un elemento referencial para ser una herramienta de discernimiento. No se trataba de poner en manos de los campesinos un elemento ajeno: «Ahora no solo leemos los libros, sino que los hacemos». Los libros de la Enciclopedia Campesina han sido elaborados sobre la base de testimonios recogidos directamente por los campesinos en las comunidades de Cajamarca. Ancianos, niños, mujeres y hombres de los Andes norteños continúan afianzando un movimiento cultural con el rescate y la afirmación de su sabiduría, en aras de revitalizar la salud de su propia comunidad, de su propia cultura. Para que una planta de papa crezca fuerte y dé más fruto es menester aporcarla: agregar tierra de alrededor, si no se va en tallo y las papas quedan pequeñas. La memoria, asediada por la compulsión de los olvidos, la muerte de los ancianos que supieron siempre guardar los recuerdos y una educación que no contempla ni respeta los saberes de los pueblos también necesita aporques. Aquel abismo de olvidos, que se impone cuando la memoria es secuestrada, demanda de puentes cuyas páginas sean asideros reales, adecuados a la vida de cada espacio y cada tiempo, no para volver atrás sino para recuperar lo que nos hizo posibles y nos fortalezca para lo que queremos seguir siendo. En la escuela nos obligan a leer. Y la lectura es como el matrimonio: si es obligado, fracasa. Este enamoramiento, este generoso compadrazgo, ha de ser por puro gusto. No la eferencia habitual, esa suerte de mecánica que ocurre desde el libro a la cabeza, sino la posibilidad de la recreación y el despertar de los sentimientos. Que la lectura divierta realmente en la medida que sirve y anima. A partir de los libros leídos, muchos comuneros han mejorado sus oficios de carpinteros, sastres, apicultores, albañiles, etc. En la agricultura es donde se nota más: en muchas comunidades se han organizado para construir andenes y recuperar laderas que se estaban desgastando con la erosión. Pero más aun, se ha detenido la pérdida de semillas nativas despreciadas por la intromisión de semillas ajenas que al principio rendían fruto, pero que después se malograban y deman- daban ingentes cantidades de fertilizantes químicos. Una característica en este movimiento cultural es el caminar, porque se camina muchísimo para llegar a las comunidades. Quienes conocen los Andes han de imaginar lo que significa subir a los cerros y bajar a las quebradas. Esto ha determinado algo que nosotros pensamos que está en el summum , en la esencia de las Bibliotecas Rurales. Casi podríamos hablar de una cultura del caminante. El transitar de un lugar a otro, el percibir olores diferentes, el saludarse con la gente en el camino, el ascender y descender y poder contemplar los paisajes desde la cima, el poder sentir los pálpitos y los pulmones henchirse y los pies mojados por los riachuelos otorgan el sentido de la meditación carnalizada, no racional. Y pensamos que esta particularidad ha tenido gran influencia y ha determinado la forma cómo la Red de Bibliotecas Rurales se sigue sustentando. Para llegar a una comunidad a visitar una biblioteca rural, a veces se tiene que viajar primero hacia una provincia a siete horas en bus y luego caminar dos días, de seis de la mañana a seis de la tarde cada vez. El llevar los libros en alforjas a las casas de las familias de lectores es de por sí una metodología de promoción de la lectura. Y ese andar ratifica, al mismo tiempo, el que no hay libro abierto Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.45, 2008

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