Fénix 46, 183-201
–198– F énix n .° 46 / 2017 El escritor José Luis Ayala reconoce en la labor cultural y escrita de Arbulú la nítida influencia, en un primer momento, de Churata. El acercamiento a las tertulias del grupo Orkopata se debieron, primeramente, a Alejandro Peralta, hermano de Chu- rata, quien bromeaba ante la presencia del joven Ricardo Arbulú que retornaba de la panadería: «¿No tienes un pan para tu hermano?». Arbulú fue usuario de la Biblioteca Municipal de Puno en los años en que Gama- liel Churata fue su director. Seguramente recordaría tanto los momentos iniciales de inquietud intelectual en su natal Puno como los momentos en que le tocaba recibir a otros puneños, años después, en Lima, cuando ya era bibliotecario de la Biblioteca Nacional, muchos de ellos recomendados por Churata. A Arbulú le tocó, en su condi- ción de presidente del Instituto Puneño de Cultura, pronunciar un sentido discurso en el entierro de Gamaliel Churata. SEBASTIÁN SALAZAR BONDY, BIBLIOTECARIO Juan Gargurevich (2007) resume certeramente las múltiples facetas de Sebastián Salazar Bondy: Todos reclaman a Sebastián Salazar Bondy. Los dramaturgos dicen que siem- pre fue suyo; los periodistas alegan que nunca salió de la redacción; los poe- tas no dudan en colocarlo en sus filas; los críticos de arte lo pretenden; los políticos de izquierda alegan que fue, por sobre todo, hombre de filiación y de fe, socialista ardoroso. Y él mismo decía que hubiera preferido ser actor (Gargurevich, 2007). Sebastián Salazar Bondy también fue bibliotecario. Y tanto así lo reclamamos que el auditorio de la Biblioteca Nacional, en la sede de la Av. Abancay, se denomina «Se- bastián Salazar Bondy». Su labor bibliotecaria la realizó en la Biblioteca Nacional del Perú, en la etapa de su tercera reconstrucción, convocado por Jorge Basadre. Para entonces ya había sido profesor de educación secundaria y abandonado las aulas de la Universidad de San Marcos. Mario Vargas Llosa (1966) lo recuerda así: No sería actor, tampoco profesor, ¿por qué no bibliotecario? Sebastián no tomó su trabajo en la Biblioteca Nacional como un simple modus vivendi; Jorge Ba- sadre, que dirigía esa institución en aquella época, señala que tuvo en él a un colaborador eficaz y aun apasionado: «¿Se acuerda usted, Sebastián, de nuestros trabajos y de nuestras zozobras sin reposo al lado de un puñado de gentes buenas y entusiastas en esa Biblioteca Nacional sin libros, sin personal y sin edificio? ¿Recuerda usted cuando registrábamos los anaqueles casi vacíos para hacer listas (por desgracia jamás concluidas) de obras que no debían faltar, dábamos vida a Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.46, 2017
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