Fénix 46, 183-201

–186– F énix n .° 46 / 2017 De la impresionante biografía de Tello resaltamos su paso por la Biblioteca Nacio- nal del Perú, en los años comprendidos entre 1900 y 1908, y la trascendente influencia de la colección de la biblioteca en su vocación de arqueólogo. Julio C. Tello labora en la Biblioteca Nacional del Perú bajo la dirección de Ricardo Palma, nombrado primero como auxiliar y ascendiendo dos años después al cargo de oficial conservador. TELLO EN LA BIBLIOTECA NACIONAL Tello llega a Lima el año 1893 y es matriculado por su padre en el Colegio Lima, uno de los mejores de la capital, dirigido por Pedro A. Labarthe. El año 1895, fallece su padre y su condición económica se ve seriamente deteriorada, por ello abandona la pensión que ocupaba en los Barrios Altos. Pero, gracias a la pensión escolar soste- nida por su tía María Tello, enviada directamente al director del colegio, completa su instrucción escolar. El año 1899, Tello se matricula en sexto año de secundaria en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe. Todos sus biógrafos destacan la voluntad de estudio, sin importar tanto las condi- ciones domiciliarias en esta etapa: vive en pensiones y cuartos alquilados compartidos. Para asegurar la alimentación consigue trabajos de aseo y limpieza en sus horas libres. Según Mejía Xesspe (1964): Consigue el trabajo de aseo y limpieza en un consultorio médico a cambio de un pequeño sueldo que le permite sustentarse medianamente. Mientras realiza la tarea diaria en dicho consultorio observa atentamente el equipo quirúrgico del galeno y se da cuenta cómo éste recibe libras peruanas, sonantes y rutilantes, por sus honorarios. De ahí le surge la idea de ser médico alguna vez (Mejía Xesspe, 1964: 67). La precariedad de su situación se ve agravada por su desalojo por falta de pago del alquiler. Pues, el peluquero con el que compartía alquiler no pagaba. Mejía Xesspe narra esta situación haciendo referencia a las propias palabras de Tello: Salí en busca de nuevo alojamiento cargando a cuestas el atado que constituía mi equipaje; vagué por unas calles de Lima, en aquellos días que para los indios no había compasión, hasta que tuve un encuentro casual, diría providencial, con mi condiscípulo Vital Palma, quien conocedor de mis aprietos resolvió salvarme generosamente conduciéndome a la portería de la Biblioteca Nacional, donde, previa consulta con su padre, el tradicionista don Ricardo, me hizo pasar a la oficina. Aquí, don Ricardo, con bondadosa sonrisa me concedió hospitalidad; allí viví largo tiempo hasta hacerme amigo de él y de sus hijos, principalmente de Ricardo, con quien estudié medicina (Id., 67) Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.46, 2017

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