Fénix 46, 203-224

–204– F énix n .° 46 / 2017 pudo rápidamente cubrir parte del vacío que dejó el incendio. Es en ese contexto que Porras decide la donación de su biblioteca personal. Fenecido el gran intelectual perua- no, se puso en ejecución su deseo, que su biblioteca íntegra pasase a formar parte de los fondos de la Biblioteca Nacional del Perú, lo que expresó en estos términos: Deseo que mi Biblioteca pase íntegramente a la Biblioteca Nacional de Lima, para formar en ella la Sala «Raúl Porras Barrenechea», con todos mis libros indi- visiblemente, como el fondo Angrand de la Biblioteca de París, y que aparezca en catálogo especial en el Boletín de ella (Hercelles, n.d., p. 329). DE BIBLIOTECA A COLECCIÓN PORRAS CÓMO SE FORMÓ LA BIBLIOTECA PORRAS La formación de la biblioteca de Porras tiene mucho que ver con su andar en las letras. Al igual que muchos intelectuales, su cercanía hacia el coleccionismo de libros tiene en él una característica de amor al conocimiento y a la fuente que lo sustente, pues la cantidad de material bibliográfico que logró acopiar durante toda su vida no solo es testimonio de su amor por los libros sino también de su formación como his- toriador. En su testamento ológrafo del 19 de enero de 1953, Porras nos da el primer dato respecto a su biblioteca: «Mi Biblioteca, de más de veinte mil volúmenes peruanos y extranjeros, que he formado íntegramente con mi trabajo personal desde los quince años sin haber heredado un solo libro» (1953). Efectivamente, Porras comenzó su interés por el coleccionismo de libros desde muy joven, sin tener la suerte de heredar una biblioteca ya formada. Al haber perdido al padre cuando apenas tenía dos años de nacido, tuvo que hacer frente a la adversidad y madurar con rapidez. Al terminar la secundaria en el colegio La Recoleta, a los quince años, empezó a laborar como amanuense en la Corte Suprema de Lima. Su biógrafo René Hooper López, ha tratado de relacionar, mediante el testimonio de un amigo íntimo de Porras, su gusto por los libros con la pérdida del padre: […] lo primero que entendió Raúl, lo primero que recordaba, fue el severo duelo de su casa por la muerte del padre en un desafío, el dolor sin consuelo de la madre amantísima, la estrechez y decoro de una pobreza dignamente soportada. Su infancia no conoció más alegrías que el cariño maternal y el gusto prematuro de los libros, cuyo deleite le compensaba la falta de juegos y de risas. Luego en los albores de la adolescencia, empezarían las visitas constantes a las librerías de viejo, la búsqueda certera de documentos, de obras raras, de ediciones agotadas (1966, p. 73). Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.46, 2017

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