Fénix 46, 227-231

–228– F énix n .° 46 / 2017 Adriano fue gran estadista y mejor gobernante porque fue un hombre sabio, esta condición le permitió conducir el imperio romano durante el primer siglo de nuestra era con gran éxito. Dicho contexto político y social se encontraba agudizado por la corrupción, la compra de votos y el pago de favores. Aun cuando contraviniera las diferencias sociales, que en su tiempo se consideraban normales, mediante una habi- lidad política muy aguda supo administrar el Estado como un servidor honesto y un buen amo. Concebía su relación con lo divino colaborando con las formas de ordenamiento del mundo, mediante la promulgación de leyes justas que propiciaran vivir en un cli- ma de paz y con las condiciones mínimas de convivencia que permitieran disminuir el desangramiento de los estados y la guerra harto ociosa e infecunda que sumía al hom- bre en la degradación de su alma. Consideraba que era justo un adecuado tratamiento de los esclavos, que en muchos casos pasaban la mayor parte de su vida haciendo duros trabajos en condiciones crueles e inhumanas, lo que explicaba su rebeldía y su rencor hacia la aristocracia gobernante que los mantenía subyugados. Otro aspecto de interés en Adriano era el referido al desarrollo de las ciudades y villas y la limpieza pública, propiciando que estas estuvieran provistas de baños, acue- ductos, sistemas de cloacas, alcantarillas y de agua limpia que corriera por los campos dando así mejores frutos. En otras palabras, este emperador quería que a todos llegara la inmensidad de la pax romana . A decir de Adriano, solo existen tres medios de los cuales nos podemos valer para evaluar la existencia humana: el estudio de uno mismo, observar a los demás hombres y los libros. Al primero se refiere como el método más complicado y peligroso, pero que nos va a reportar mayores conocimientos; el segundo, se refiere a que los hombres están permanentemente preocupados en mentir a los otros y en mentirse a sí mismos, en mostrar una apariencia que no tienen, y el tercero, nos habla del libro que —a pesar de ser un cimiente del saber— también recoge comprensibles errores de perspectiva en sus páginas. A partir de su admiración por la cultura helénica y los tiempos fabulosos de la antigüedad, revaloraba y rememoraba constantemente las culturas del pasado. Viajaba constantemente a Grecia, experimentaba la necesidad de acercarse y sentirse imbuido por el arte, la música, la escultura, la arquitectura, la poesía, la historia, la literatura y el teatro. El conocimiento de las manifestaciones culturales de los griegos estimuló en Adriano un profundo amor por el saber universal, con el que trataba siempre de rela- cionarse, no solamente desde Roma, sino en cada una de sus expediciones de conquis- ta. Por este helenismo y ansias de saber en cada viaje que Adriano realizaba a Grecia o a cualquier otra ciudad regresaba con un cargamento de libros que acompañaban a otros objetos artísticos. En algunos lugares se solían organizar veladas literarias en las que Adriano era el invitado de honor y a las que concurrían los filósofos e intelectuales más destacados de Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.46, 2017

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