Fénix 46, 227-231

–231– B iblioteca nacional del perú de que las guerras tan frecuentes echaran a perder el trabajo de proteger tan delicados objetos solamente hechos de fibra y tinta. El valor que Adriano concedía al libro como elemento a través del cual se devela el conocimiento de la existencia de los hombres, lo señala claramente cuando manifiesta: «La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco como las grandes actitudes de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos. En cambio, y posterior- mente, la vida me aclaró los libros». 7 Durante su mandato como emperador, Adriano solía convocar a funcionarios pú- blicos que debían ser poseedores de gran cultura e interés por el bien de los ciudada- nos. Siendo el caso de Suetonio, a quien nombró como encargado de los archivos del gobierno y quien posteriormente realizaría su famosa biografía sobre los Césares. Era común encontrar a Suetonio, también apodado Tranquilo, en la apacibilidad de una biblioteca. En Roma, existían ciertos archivos en donde se guardaban informes policiales. Adriano tenía especial interés en leerlos, hecho que le valió muchas críticas. Mencio- nó alguna vez que había encontrado en ellos historias sorprendentes de desconocidos, amigos y hasta familiares; especialmente el caso de un anciano magistrado que, a pesar de tener una apariencia honorable, había cometido un crimen. Decía que esta infor- mación no le permitía conocer mejor al personaje, pero que distinguía dos fenóme- nos: la apariencia y el hecho perpetrado. Las obras artísticas, culturales, sociales y políticas que los griegos desarrollaron en los siglos que precedieron a Adriano en su «amada Atenas», como la llamaba, fueron posibles en gran medida gracias a la existencia de los esclavos, quienes posibilitaron que las polis griegas tuviesen tiempo para dedicarse al ocio, que era muy apreciado por los helenos, lo que les permitió potenciar su capacidad creadora durante las épocas de paz. Los tiempos de paz tenían para Adriano gran sentido e importancia porque eran propicios para el ejercicio de las actividades creadoras del hombre y le permitieron idear formas de civilizar su imperio y acrecentar el orden público. Para Adriano el Estado era una enorme maquinaria que debía ser capaz de servir al hombre. Hubo una vez en que Adriano viajó a unos de los territorios conquistados por Roma en un lugar en donde había una mina, ahí un esclavo se le abalanzó con un cuchillo en la mano, este lo desarmó rápidamente y le preguntó cuál era la razón de su ira, el esclavo le respondió que había permanecido trabajando en esa mina durante cuarenta años de su vida. El emperador se sintió conmovido porque seguramente re- cordó las palabras de Aristóteles quien decía que un esclavo no era un hombre comple- to porque se le estaba privando de la mitad de su vida. Posteriormente a este episodio, Adriano decidió llevar al esclavo a servirlo en su palacio convirtiéndose en uno de sus sirvientes más fieles que tuvo durante su reinado. 7 Óp. cit., p. 23 Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.46, 2017

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