Fénix 47, 107-118
–116– F énix n ° 47 / 2019 de destacados políticos chilenos (entre los que se reconocen al senador Eulogio Alta- mirano, el ministro Domingo Santa María y hasta al propio presidente Pinto, siempre bajo la forma de un caballo), con la intención de aludir a la incompetencia de la clase política sureña para enfrentar las responsabilidades del conflicto. La misma actitud de ridiculizar a aquella sociedad «civilizadora», se advierte tam- bién en la «Galería de guerreros célebres de Chile», del 27 de setiembre, en la que el dibujante consigna como tales, de modo hilarante, a toda una colección de militares vetustos, lisiados y hasta alcohólicos. En este último caso, especialmente, otra vez el enfoque irónico del dibujante ven- dría a contraponerse crudamente con la realidad, ya que nos presentaría a un ejército sureño debidamente organizado, equipado y preparado para el enfrentamiento bélico, frente a fuerzas mal dirigidas, escasamente equipadas e improvisadas que eran, cier- tamente, los ejércitos aliados: diferencias fundamentales que, a la larga, habrían de definir el desenlace de la guerra. CONSIDERACIONES FINALES Después del combate de Angamos, que trajo como consecuencias la muerte de Grau y la captura del Huáscar , lo que significó la desaparición definitiva de nuestro reducido poderío naval, El Murciélago dejó de aparecer regularmente. Desde 1879, su director, Manuel Atanasio Fuentes, ejercería cargos diversos, como decano del Colegio de Abogados de Lima o inspector de cárceles, hasta que en enero de 1881 se produciría la toma de Lima por el ejército invasor, tras las funestas jornadas de San Juan y Miraflores (Salas, 1998, p. 307). Fuentes se autoexilió entonces en 1882 a Guayaquil, donde permaneció el resto de la guerra, en una actitud que fue bastante criticada por muchos de sus enemigos. Es bastante probable que los jefes chilenos estuvieran al tanto de las actividades del periodista peruano antes de la ocupación de la capital, lo que puede explicar su decisión de establecerse en aquella ciudad ecuatoriana. En Guayaquil, el periodista peruano siguió editando, desde 1884, El Murciélago , aunque esta vez orientado por nuevas motivaciones relacionadas con la crítica abierta al gobierno del general Miguel Iglesias, firmante del discutido Tratado de Ancón. Así terminaría esta aventura periodística que dio un importante espacio al desarro- llo de la sátira gráfica local, en un momento en que el triunfalismo exaltado por las hazañas de Grau y el Huáscar hicieron creer a la opinión pública nacional la ilusión de un desenlace bélico favorable al Perú. Las caricaturas de El Murciélago , en tal sentido, recogen una postura que, con el tiempo y los hechos, iría perdiendo valor, al punto de abrir el camino a la gran tragedia en que se convirtió para el Perú, ulteriormente, la Guerra del Pacífico. Fuere como fuere, aquellas expresiones del ingenio local nos ilustran sobre el rele- vante papel ideológico y propagandístico en el cual estuvo involucrado el arte festivo Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.47, 2019
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