Fénix 47, 31-46
–34– F énix n ° 47 / 2019 se entiende su preocupación por tener a las elites bien educadas, puesto que desde el gobierno iban a «desempeñar funciones pedagógicas con sus ciudadanos» (Ri- va-Agüero, 1998, p. 165). Su interés por los libros y por trasmitir el contenido de estos, exclusivamente a los jóvenes de la elite limeña, fueron quizás los signos exteriores que Deustua dejó cono- cer naturalmente de su personalidad, para que el gobierno se fijara en él como nuevo responsable de la dirección de la Biblioteca Nacional en 1918. LA SEDE INSTITUCIONAL Desde los inicios de su gestión, en noviembre de 1918, Deustua se preocupó por el mobiliario de la institución, enviando solicitudes al gobierno de turno con el fin de adquirir uno nuevo. De esta manera consiguió la construcción de mesas de cedro y sillas (Biblioteca Nacional del Perú, 1919e, p. 4). Durante el año 1920 continuó su labor en este rubro solicitando diversos pedidos ante el Poder Ejecutivo, los cuales no fueron atendidos. Como consecuencia tuvo que acudir, a inicios de 1921, al presidente de la Cámara de Senadores, Augusto Bedoya, para solicitarle muebles en desuso, en vista que dicha cámara había adquirido nuevo mobiliario. Con respecto a la construcción de una nueva estantería para la biblioteca, elevó una propuesta al director general de Instrucción Pública, la cual fue aceptada al mes siguiente por el Ministerio de Instrucción (Biblioteca Nacional del Perú, 1919, p. 4). Las fiestas por las celebraciones del centenario de nuestra independencia induda- blemente marcaron la gestión de Alejandro Deustua. Es por ello que se preocupó por aspectos básicos como el pintado de la fachada y el claustro de la Biblioteca, trabajo que no se realizaba desde el año 1908, según advierte él mismo en carta dirigida al director general de Instrucción. Sin embargo, a pesar de sus iniciativas por mejorar el antiguo local, hubo una serie de limitaciones presupuestales. Por ejemplo, en octubre de 1921, luego de las celebraciones patrias, Deustua comunicó a dicho director, que por deficiencia de los fondos públicos dejaba de pagarse al contratista encargado de la confección de la estantería del nuevo salón Perú, lo que impidió obviamente que la obra fuera entregada de manera oportuna al servicio del público lector. Llama la atención esta falta de recursos en un periodo marcado por un interés de parte del gobierno de Augusto B. Leguía (1919-1930), de hacer diversas obras públicas de manera acelerada. Por ejemplo, en esa gestión se edificó el Teatro Forero (1920), el nuevo local del colegio Guadalupe (1920), el Banco Central de Reserva (1920), la avenida Leguía (inicios de 1921), el monumento a San Martín, entre otras obras. Quizás hubo prioridades de parte del gobierno en sus gastos públicos, optan- do más por la ejecución de obras monumentales que impactarían en la población y en las distinguidas delegaciones extranjeras que asistieron a las celebraciones por el centenario. Sin duda, el local de la antigua biblioteca de Lima no estaba en la agenda presidencial. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.47, 2019
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx